Por Olga L. Miranda
El tema de las elecciones en Puerto Rico el pasado 6 de novienmbre, y la decision mayoritaria de sus pobladores de convertirse en el estado 51 de los EUA me hizo redactar unos parrafos mas bien informativos en este blog para interesar a lectores y amigos sobre el tópico. Ademas, me sentí motivada por el hecho de tener especiales lazos afectivos con ese pais, amigos boricuas a quienes quiero y respeto mucho, y porque me interesa el presente y futuro de ese pais caribeno, por demás, muy cercano a Cuba y su historia. A raiz de esto mi amigo Carlos y yo sostuvimos, en las paginas de facebook, un amigable, publico y respetuoso dialogo sobre el tema, que aqui reproduzco textualmente.
Olga: Puerto Rico se convertira en el estado 51 de los EUA. Pero parece va a tener que esperar un largo proceso legal. Residentes de la isla caribeña han expresado: "queremos seguir siendo puertorriqueños, pero tambien ser americanos"
Carlos: Han pasado muchas generaciones de boricuas desde Lolita Lebron, ningun país debe ser colono de otro por muy poderoso que sea, murieron muchos independistas por ver nuestros paises libres, ellos nos dejaron una herencia de lucha libertaria, pero parece que el pueblo boricua tiene mala memoria y su conciencia latinoamericana se entregó al mercado y al bienestar mediocre que este le entrega, perdiendo sus valores, su cultura, su idiocincracia y ademas su libertad e independencia, pero bueno, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen y personalmente guardaré esa hermosa bandera que con orgullo levantaran los patriotas portorriqueños con mucho amor y cariño.
Carlos: Han pasado muchas generaciones de boricuas desde Lolita Lebron, ningun país debe ser colono de otro por muy poderoso que sea, murieron muchos independistas por ver nuestros paises libres, ellos nos dejaron una herencia de lucha libertaria, pero parece que el pueblo boricua tiene mala memoria y su conciencia latinoamericana se entregó al mercado y al bienestar mediocre que este le entrega, perdiendo sus valores, su cultura, su idiocincracia y ademas su libertad e independencia, pero bueno, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen y personalmente guardaré esa hermosa bandera que con orgullo levantaran los patriotas portorriqueños con mucho amor y cariño.
Olga: ….asi es Carlos, Puerto Rico es un país bello, con una historia y una cultura muy propia...yo visite el pais hace 2 agnos y me quede prendada de su gente, de sus museos, de sus playas, de su humildad y alegría......pero casi la tercera parte de los boricuas han emigrado aqui y de hecho perdieron su identidad, ahora creo que la unica opcion realista y viable es la que han escogido, pues estan como en el medio, ni de un lado ni del otro, ademas de la mucha corrupcion en el gobierno,división política, caos econmico y alto nivel de criminalidad....yo creo que, irónicamente, ahora lo único que los une un poco es esta opcion legal(yo creo que es mas legal que política para muchos), que al menos les dara un estatus mas definido y estable con ciertas ventajas para la mayoria que trabaja aquí y vive alla y cosas por el estilo.........un abrazo y gracias por tu comentario……..
…….incluso creo, pensando con optimismo, que esto será un reto para los boricuas independentistas, y para el pueblo todo, que deberán trabajar ahora en un nuevo escenario donde, a pesar del nuevo estatus, ellos defiendan el derecho de puerto rico a mantener sus logros históricos en relación a conservar su idioma oficial el español, aunque el ingles sea el segundo, su bandera, su constitución, sus instituciones propias, su identidad.......creo Carlos que podemos pensar en esto como un reto, no necesariamente una tragedia........segundo abrazo...
………de hecho te puedo decir, según mi experiencia cuando visite la isla, que los puertorriqueños mas jóvenes han superado un poco este trauma....aprecie que ellos ya se acostumbraron a, por ejemplo, trabajar un tiempo aquí en EU, luego allá, hablan los dos idiomas y, VEN COMO UNA VENTAJA el ser ciudadanos Americanos, lo cual les permite moverse con facilidad entre el continente y la isla, tienen acceso a becas de estudios en universidades aquí, en fin, todo tiene su cosa, tu sabes, como decimos los cubanos......tercer abrazo......
Carlos: Guardo con cariño cada abrazo tuyo, al igual que el de patriotas Portorriqueños que estuvimos juntos en Cuba, ellos se parecen tanto a ustedes, son soneros, guapachosos, roneros, buenos para el Dominó, en fin, como dijera Pablo, Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas, amo ambos pueblos y como dices tu, es logico, sociologicamente los norteamericanos ganaron esta pelea ya que hicieron de este pais una colonia dependiente donde las nuevas generaciones dependen totalmente de ellos y hoy los jóvenes privilegian sus ventajas, porque en el estado en que han mantenido a Puerto Rico durante estos años, no les interesó nunca traspasar su desarrollo economico y cultural, les mantuvieron con administraciones mediocres que nunca contribuyeron al desarrollo para asi derivar hacia el pais grande a los que pudieran salvarse.
¡Ah! un gran abrazo mi hermanita cubana, linda y poseedora de una gran inteligencia y sensibilidad social, besitos.
Olga: gracias mi hermano chileno, el mas consecuente dialogador.......yo te entiendo, y mi corazón esta contigo, pero quiero pensar que con Obama se abre un marco histórico nuevo , mejor, donde las relaciones no seguirán siendo al estilo imperialista del pasado, serán mas.... digamos......dialécticas, mas equitativas, quiero pensar ademas que los boricuas son inteligentes y tienen fuertes raíces culturales ,lo que les permitirá asumir el reto y aprovechar eso para mejorar como nación.
FIN
Después de esta cyber-conversacion, el tema quedo todavía martillando en mi cabeza, dudaba si yo había sido justa en mi análisis. Entonces decidí profundizar y buscar mas información en estudios realizados por especialistas en el tema de la identidad nacional puertorriqueña. Encontré un trabajo muy serio y bastante completo, donde el asunto de la identidad puertorriqueña se desarrolla desde una perspectiva contemporánea y tomando en consideración diversos ángulos. Su autor, Jorge Duany es catedrático de Antropología en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, y ha publicado también el libro The Puerto Rican Nation on the Move: Identities on the Island and in the United States (2002).
El texto es muy interesante y fácil de leer, pues las ideas son expuestas con mucha claridad y profundidad. Realmente, su lectura me reconforto y me hizo pensar que hubo bastante logica en el debate sostenido con mi amigo. Creo que los dos tuvimos razones. Particularmente, los argumentos que use intuitivamente en mi dialogo con Carlos, los halle demostrados en este trabajo, mejor expuestos y validados. Como valor adicional, descubrí que las ideas expresadas en el trabajo pudieran ayudar a entender el problema de la identidad de la nación cubana-salvando diferencias-, por cuanto la diáspora migratoria de millones de cubanos hacia los EU, pone sobre el tapete el mismo dilema sobre la identidad nacional, basada en lo político-territorial, o en lo cultural.
FIN
Después de esta cyber-conversacion, el tema quedo todavía martillando en mi cabeza, dudaba si yo había sido justa en mi análisis. Entonces decidí profundizar y buscar mas información en estudios realizados por especialistas en el tema de la identidad nacional puertorriqueña. Encontré un trabajo muy serio y bastante completo, donde el asunto de la identidad puertorriqueña se desarrolla desde una perspectiva contemporánea y tomando en consideración diversos ángulos. Su autor, Jorge Duany es catedrático de Antropología en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, y ha publicado también el libro The Puerto Rican Nation on the Move: Identities on the Island and in the United States (2002).
El texto es muy interesante y fácil de leer, pues las ideas son expuestas con mucha claridad y profundidad. Realmente, su lectura me reconforto y me hizo pensar que hubo bastante logica en el debate sostenido con mi amigo. Creo que los dos tuvimos razones. Particularmente, los argumentos que use intuitivamente en mi dialogo con Carlos, los halle demostrados en este trabajo, mejor expuestos y validados. Como valor adicional, descubrí que las ideas expresadas en el trabajo pudieran ayudar a entender el problema de la identidad de la nación cubana-salvando diferencias-, por cuanto la diáspora migratoria de millones de cubanos hacia los EU, pone sobre el tapete el mismo dilema sobre la identidad nacional, basada en lo político-territorial, o en lo cultural.
Básicamente, el autor trata de probar que Puerto Rico es ahora “una nación en vaivén”. Para ello el utiliza el concepto de “identidad transnacional . De acuerdo con este concepto, la identidad nacional del país caribeño hay que verla mas como identidad cultural, que como identidad territorial y política.
A continuación, citare textualmente algunos pasajes del articulo. Pero, invito a los interesados en el tema se lo lean completo.
Nación, migración identidad. Sobre el transnacionalismo a propósito de Puerto Rico
Por Jorge Duany
"Para la mayoría de los observadores, Puerto Rico sigue siendo una colonia, en el sentido de estar subordinado política y económicamente a un país extranjero. Como posesión ultramarina de EEUU, ha estado expuesto a una intensa penetración de capital, mercancías, leyes y costumbres norteamericanas, sin paralelo en otros países latinoamericanos. Aun así, los puertorriqueños demuestran una identidad cultural más robusta que la mayoría de los pueblos caribeños, incluyendo los que disfrutan de independencia política. A principios del siglo XXI, Puerto Rico presenta la aparente paradoja de una nación sin Estado que aún no se ha asimilado a la cultura norteamericana. Tras más de 100 años de colonialismo, sigue siendo una nación hispanohablante y afroantillana.
Además de su dilema colonial no resuelto, Puerto Rico es cada vez más una nación en vaivén: un país cuyos bordes son cruzados incesantemente por migrantes que van y vienen. Desde 1940, más de un millón y medio de pobladores se han mudado a EEUU continental. En 2000, casi la mitad de todos los puertorriqueños vivía en el Norte –3,4 millones de personas allá, comparadas con 3,8 millones de personas acá. De seguir las corrientes demográficas actuales, la mayoría de los puertorriqueños residirá fuera de la Isla en la próxima década. Al mismo tiempo, Puerto Rico ha recibido a cientos de miles de in- migrantes desde los años 60, principalmente migrantes de retorno y sus des- cendientes, así como ciudadanos de otros países, sobre todo la República Do- minicana y Cuba. Para 1990, cerca de 9% de los residentes había nacido fuera, incluyendo a los provenientes del continente de origen puertorriqueño.
Esta combinación de éxodo prolongado, junto con un sostenido flujo de migrantes de regreso y extranjeros, hace de Puerto Rico un caso ejemplar de transnacionalismo. Defino este último término ampliamente como el mantenimiento de lazos sociales, económicos, culturales y políticos a través de fronteras nacionales, aunque éstas no coincidan necesariamente con las líneas divisorias entre Esta- dos (v. Basch et al.; Schiller et al.). Pocos países de la región caribeña –o del mundo– han experimentado desplazamientos poblacionales tan masivos en tan poco tiempo. La diversidad de los orígenes y destinos de los migrantes socava las premisas ideológicas de los discursos tradicionales de la nación, basados en la ecuación entre territorio, lugar de nacimiento, ciudadanía, idioma, cultura e identidad.
Los estudios recientes sobre cultura y política en Puerto Rico se han enfocado en el debilitamiento del nacionalismo político, el auge del nacionalismo cultural y la continua migración entre la Isla y el continente (Alvarez-Curbelo/Rodríguez Castro; Dávila; Kerkhof; Morris; Negrón-Muntaner/Grosfoguel; Rivera; Torre et al.). Desgraciadamente, pocos estudiosos han establecido una conexión explícita entre estos fenómenos tan vinculados entre sí. Por ejemplo, la mayoría de los puertorriqueños valora la ciudadanía nor- teamericana y la libertad de movimiento que ésta les ofrece, especialmente el acceso sin restricciones a EEUU continental. Al mismo tiempo, la ciudadanía compartida tiende a borrar las distinciones ju- rídicas entre los que viven en su país de origen y en la diáspora. Los desplazamientos masivos entre la Isla y el continente durante el último medio siglo complican cualquier asociación fácil entre lugares de origen, residencia y orien- tación. En particular, los modos de vida móviles de los migrantes circulares –los que van y vienen repetidamente– desafían los enfoques estáticos en torno de la identidad (Duany 2001a).
La nación en vaivén.
Un término popular para describir el movimiento de ida y vuelta entre Puerto Rico y EEUU es el vaivén. Esta palabra, culturalmente densa, se refiere al constante ir y venir en que viven muchos puertorriqueños, por lo menos desde la Segunda Guerra Mundial (Rodríguez). Por ejemplo, miles de trabajadores agrícolas fueron contratados para laborar por temporadas cortas en EEUU conti-nental y luego regresar a la Isla. En este contexto, el término vaivén implica que algunas personas no permanecen en un lugar por mucho tiempo, sino que se mueven incesantemente, como el viento o las olas del mar, en respuesta a las cambiantes mareas. Más aún, la sabiduría popular sugiere que quienes ahora están aquí (en Puerto Rico), pueden mañana estar allá (en EEUU) y viceversa. De manera más ominosa, vaivén también connota incertidumbre, inconsistencia y oscilación. Algunos autores han atribuido a la circulación poblacional de los puertorriqueños toda una serie de problemas socioeconómicos, desde la ruptura de lazos familiares y la falta de apego al mercado laboral, hasta la inca- pacidad para desarrollar destrezas educativas y lingüísticas, pasando por la baja participación en la política electoral norteamericana (v. Chavez). Estudios recientes cuestionan esa imagen despectiva del continuo flujo migratorio en ambas direcciones. Los migrantes circulares tienden a mantener sus lazos familiares tanto en la Isla como en EEUU, mejorar su posición ocupacional a lo largo del tiempo, poseer niveles educativos superiores a los no migrantes y…..
En una encuesta reciente, encontré que casi 20% de los entrevistados había vivido afuera y regresado, mientras que otro 3% había ido y vuelto por lo menos dos veces (Duany 2001a). En suma, la migración puertorriqueña contem- poránea se parece más a un flujo circular o pendular, a un movimiento de «puerta girato- ria», que a una relocalización unilateral e irre- vocable de personas.
Esta «nación en vaivén» puede servir como una metáfora apta para las identidades fluidas e híbridas de los puertorriqueños en la Isla y en EEUU. Por eso he escogido la imagen como título de mi próximo libro (Duany 2002), para sugerir que ninguno de los criterios tradicionales de la nacionalidad –territorio, idioma, economía, ciuda- danía o soberanía– es inmutable. Todos estos criterios están sujetos a constante fluctuación e intenso debate en Puerto Rico y su diáspora, aunque el sentido de pertenecer a un pueblo aparte de EEUU ha sido extraordinariamente tenaz. Contrario a las opiniones de algunos funcionarios públicos norteamericanos y puertorriqueños, sostengo que Puerto Rico es una nación, pero una nación en vaivén. Al hacerlo, propongo redefinir la nación, no como un Estado soberano bien delimitado, sino como una comunidad translocal basada en la conciencia colectiva de una historia, un idioma y una cultura compartidas. Más aún, Puer- to Rico puede considerarse como una «colonia poscolonial» en el sentido de un pueblo con una identidad nacional muy fuerte, pero con pocos deseos de con- vertirse en Estado-nación, dentro de un territorio que legalmente «pertenece a, pero no es parte de EEUU» (v. Flores; Rivera Ramos). La definición jurídica de la Isla, ni estado de la Unión americana ni república soberana, ha creado una situación política ambigua, problemática y controvertida por más de 100 años. Paradójicamente esta condición intersticial, en vez de debilitarla, ha fortaleci- do la identidad nacional boricua.
No es necesario asumir una postura esencialista para reconocer que la inmensa mayoría de los puertorriqueños –dentro y fuera de la Isla– se imagina como parte de una comunidad más amplia que satisface todos los requisitos conven- cionales de la nacionalidad, excepto soberanía. Los ensayos más recientes so- bre la construcción y representación de la puertorriqueñidad concuerdan en sula construcción y representación de la puertorriqueñidad concuerdan en su potencia, intensidad y popularidad (Dávila; Guerra; Morris; Rivera). Desgra- ciadamente, la mayoría de estos estudios se ha centrado en la Isla y ha soslaya- do cómo las identidades se transforman y reconstruyen en la diaspora….
Miles de puertorriqueños han desarrollado prácticas móviles de subsistencia que incluyen a varios lugares interconectados en la Isla así como en el continente norteamericano. Los que viven fuera hablan inglés y participan en la política estadounidense, y deben incluirse en las discusiones académicas y públicas sobre el futuro de Puerto Rico. Ellos forman parte integrante de una nación en vaivén……
Un acontecimiento notable ha sido la participación activa de líderes de la diáspora en el movimiento de paz para Vieques. De este modo, la identidad nacional puertorriqueña se ha movido en dos direcciones principales –una corta distancia hacia Vieques y una larga distancia a través del «gran charco» del Océano Atlántico hasta el continente norteamericano. Por el momento, el discurso público sobre la na- ción se ha expandido más allá de los límites territoriales y las diferencias políticas tradicionales.
La nación en la diáspora
Dos preguntas básicas guían mi reflexión sobre la relación entre nación y mi- gración en Puerto Rico. Primero, ¿cómo puede la mayoría de los puertorriqueños imaginarse como una nación, aunque muy pocos de ellos apoyen la creación de un nuevo Estado nacional? Abordo esta cuestión haciendo una distinción cuidadosa entre nacionalismo político –basado en la doctrina de que todo pueblo debe tener su propio gobierno soberano– y nacionalismo cultural –basado en la afirmación de la autonomía moral y espiritual de cada pueblo (v. Hutchinson). Mientras el nacionalismo político proclama la necesidad de Esta- dos independientes, el nacionalismo cultural puede reconciliarse con varias formas de autodeterminación, como la libre asociación. Mientras la primera es una posición minoritaria en el Puerto Rico actual, la última es la ideología dominante del gobierno del Estado Libre Asociado, la elite intelectual y numerosas instituciones culturales en la Isla así como en la diáspora….
Segundo, ¿cuál es el impacto cultural del éxodo masivo de puertorriqueños en las últimas cinco décadas? Sostengo que las comunidades diaspóricas forman parte de la nación puertorriqueña porque siguen vinculadas a la Isla mediante una intensa y frecuente circulación de personas, identidades y prácticas, así como capitales, tecnologías y mercancías. Por lo tanto, la nación puertorriqueña ya no puede circunscribirse a la Isla, ya que está constituida por dos fragmentos distintos pero densamente entretejidos: el de Puerto Rico propiamente y el de las comunidades diaspóricas asentadas en EEUU continental. Las múltiples implicaciones de esta profunda dispersión territorial sobre las expresiones populares del nacionalismo, particularmente el nacionalismo cultural, aún no se han explorado cabalmente…. Cualquier definición futura de la condición política de la Isla tendrá que tomar en cuenta la creciente fuerza del nacionalismo cultural, así como la continua dispersión física de la gente a través de la diáspora……
Después de la Segunda Guerra Mundial, como parte de una tendencia global hacia la descolonización, Puerto Rico obtuvo un mayor grado de autonomía de EEUU. En 1952, la gran mayoría del electorado insular apoyó el establecimiento del Estado Libre Asociado. Aunque esta fórmula autonómica no alteró los contornos básicos del colonialismo norteamericano, sí permitió la adopción del nacionalismo cultural como política estatal en la Isla. Desde mediados de la década de 1950, el Instituto de Cultura Puertorriqueña y otras agencias gubernamentales han promovido una iconografía nacionalista, basada en símbolos poderosos de la puertorriqueñidad como el idioma español, el patrimonio histórico, el jíbaro, el legado indígena y el arte popular de los santos católicos tallados en madera. Al igual que otras naciones, Puerto Rico ha elaborado su propio conjunto de mitos, memorias, ritos e imaginarios colectivos, tales como la bandera, el himno y el sello nacionales, así como la representación en eventos deportivos y concursos de belleza internacionales. Tales iconos se han difundido ampliamente en la Isla y en el continente, y han fortalecido el sentido de ser puertorriqueño a diferencia de americano. Su apego popular, sin embargo, no se ha traducido en un apoyo masivo a la independencia, ni siquiera a la libre asociación con EEUU. El nacionalismo cultural se ha divorciado prácticamente del nacionalismo político……
Los que se mueven frecuentemente entre la Isla y el continente tienden a ser bilingües y biculturales, así como a ceñirse menos a una residencia permanente en uno u otro lugar, pero se sienten tan boricuas como los que nunca han emigrado de su país. Mientras que el nacionalismo político ha decaído en la Isla, el nacionalismo cultural ha calado hondamente. A través de un amplio espectro de clases socia- les, ideologías políticas y grupos raciales, la inmensa mayoría de los habitantes se identifica principalmente como puertorriqueños, no como caribeños, hispanos, latinos o americanos, a pesar de que reconocen los beneficios materiales y simbólicos de la ciudadanía norteamericana, tales como el acceso a programas sociales y derechos civiles garantizados por el Gobierno Federal…..
A lo largo de este ensayo, he argumentado que los puertorriqueños afirman una recia identidad nacional, aunque pocos favorezcan la independencia para su país de origen. En su vida diaria, muchos experimentan una profunda fisura entre la nacionalidad y la ciudadanía como fuentes de afiliación colectiva, según se manifiesta en la disyuntiva de tener dos banderas, dos himnos, dos idiomas y dos lealtades divididas, a veces conflictivas, frecuentemente solapadas. Como Québec, Escocia o Cataluña, Puerto Rico sigue sien- do una nación sin Estado, más que otra minoría étnica dentro de dentro de un Estado imperial. Como ha señalado el historiador César Ayala (carta al autor, 11/3/2001), el caso puertorriqueño sugiere que «la idea de la nación debe entenderse no como un Estado nacional organi- zado territorialmente, sino como un nuevo fenómeno translocal»….
Entre los inmigrantes latinoamericanos más recientes en EEUU, incluyendo mexicanos, cubanos y dominicanos, solo los puertorri- queños insisten en llamarse simplemente puertorriqueños, en vez de puerto- rriqueños-americanos, ese término híbrido que muy pocos utilizan para desig- narse a sí mismos……
Hoy en día, pocos puertorriqueños pueden imaginar su nación aparte de alguna forma de asociación permanente con EEUU, ya sea como estado de la Unión, como Estado Libre Asociado culminado o como república asociada.
Además de su dilema colonial no resuelto, Puerto Rico es cada vez más una nación en vaivén: un país cuyos bordes son cruzados incesantemente por migrantes que van y vienen. Desde 1940, más de un millón y medio de pobladores se han mudado a EEUU continental. En 2000, casi la mitad de todos los puertorriqueños vivía en el Norte –3,4 millones de personas allá, comparadas con 3,8 millones de personas acá. De seguir las corrientes demográficas actuales, la mayoría de los puertorriqueños residirá fuera de la Isla en la próxima década. Al mismo tiempo, Puerto Rico ha recibido a cientos de miles de in- migrantes desde los años 60, principalmente migrantes de retorno y sus des- cendientes, así como ciudadanos de otros países, sobre todo la República Do- minicana y Cuba. Para 1990, cerca de 9% de los residentes había nacido fuera, incluyendo a los provenientes del continente de origen puertorriqueño.
Esta combinación de éxodo prolongado, junto con un sostenido flujo de migrantes de regreso y extranjeros, hace de Puerto Rico un caso ejemplar de transnacionalismo. Defino este último término ampliamente como el mantenimiento de lazos sociales, económicos, culturales y políticos a través de fronteras nacionales, aunque éstas no coincidan necesariamente con las líneas divisorias entre Esta- dos (v. Basch et al.; Schiller et al.). Pocos países de la región caribeña –o del mundo– han experimentado desplazamientos poblacionales tan masivos en tan poco tiempo. La diversidad de los orígenes y destinos de los migrantes socava las premisas ideológicas de los discursos tradicionales de la nación, basados en la ecuación entre territorio, lugar de nacimiento, ciudadanía, idioma, cultura e identidad.
Los estudios recientes sobre cultura y política en Puerto Rico se han enfocado en el debilitamiento del nacionalismo político, el auge del nacionalismo cultural y la continua migración entre la Isla y el continente (Alvarez-Curbelo/Rodríguez Castro; Dávila; Kerkhof; Morris; Negrón-Muntaner/Grosfoguel; Rivera; Torre et al.). Desgraciadamente, pocos estudiosos han establecido una conexión explícita entre estos fenómenos tan vinculados entre sí. Por ejemplo, la mayoría de los puertorriqueños valora la ciudadanía nor- teamericana y la libertad de movimiento que ésta les ofrece, especialmente el acceso sin restricciones a EEUU continental. Al mismo tiempo, la ciudadanía compartida tiende a borrar las distinciones ju- rídicas entre los que viven en su país de origen y en la diáspora. Los desplazamientos masivos entre la Isla y el continente durante el último medio siglo complican cualquier asociación fácil entre lugares de origen, residencia y orien- tación. En particular, los modos de vida móviles de los migrantes circulares –los que van y vienen repetidamente– desafían los enfoques estáticos en torno de la identidad (Duany 2001a).
La nación en vaivén.
Un término popular para describir el movimiento de ida y vuelta entre Puerto Rico y EEUU es el vaivén. Esta palabra, culturalmente densa, se refiere al constante ir y venir en que viven muchos puertorriqueños, por lo menos desde la Segunda Guerra Mundial (Rodríguez). Por ejemplo, miles de trabajadores agrícolas fueron contratados para laborar por temporadas cortas en EEUU conti-nental y luego regresar a la Isla. En este contexto, el término vaivén implica que algunas personas no permanecen en un lugar por mucho tiempo, sino que se mueven incesantemente, como el viento o las olas del mar, en respuesta a las cambiantes mareas. Más aún, la sabiduría popular sugiere que quienes ahora están aquí (en Puerto Rico), pueden mañana estar allá (en EEUU) y viceversa. De manera más ominosa, vaivén también connota incertidumbre, inconsistencia y oscilación. Algunos autores han atribuido a la circulación poblacional de los puertorriqueños toda una serie de problemas socioeconómicos, desde la ruptura de lazos familiares y la falta de apego al mercado laboral, hasta la inca- pacidad para desarrollar destrezas educativas y lingüísticas, pasando por la baja participación en la política electoral norteamericana (v. Chavez). Estudios recientes cuestionan esa imagen despectiva del continuo flujo migratorio en ambas direcciones. Los migrantes circulares tienden a mantener sus lazos familiares tanto en la Isla como en EEUU, mejorar su posición ocupacional a lo largo del tiempo, poseer niveles educativos superiores a los no migrantes y…..
En una encuesta reciente, encontré que casi 20% de los entrevistados había vivido afuera y regresado, mientras que otro 3% había ido y vuelto por lo menos dos veces (Duany 2001a). En suma, la migración puertorriqueña contem- poránea se parece más a un flujo circular o pendular, a un movimiento de «puerta girato- ria», que a una relocalización unilateral e irre- vocable de personas.
Esta «nación en vaivén» puede servir como una metáfora apta para las identidades fluidas e híbridas de los puertorriqueños en la Isla y en EEUU. Por eso he escogido la imagen como título de mi próximo libro (Duany 2002), para sugerir que ninguno de los criterios tradicionales de la nacionalidad –territorio, idioma, economía, ciuda- danía o soberanía– es inmutable. Todos estos criterios están sujetos a constante fluctuación e intenso debate en Puerto Rico y su diáspora, aunque el sentido de pertenecer a un pueblo aparte de EEUU ha sido extraordinariamente tenaz. Contrario a las opiniones de algunos funcionarios públicos norteamericanos y puertorriqueños, sostengo que Puerto Rico es una nación, pero una nación en vaivén. Al hacerlo, propongo redefinir la nación, no como un Estado soberano bien delimitado, sino como una comunidad translocal basada en la conciencia colectiva de una historia, un idioma y una cultura compartidas. Más aún, Puer- to Rico puede considerarse como una «colonia poscolonial» en el sentido de un pueblo con una identidad nacional muy fuerte, pero con pocos deseos de con- vertirse en Estado-nación, dentro de un territorio que legalmente «pertenece a, pero no es parte de EEUU» (v. Flores; Rivera Ramos). La definición jurídica de la Isla, ni estado de la Unión americana ni república soberana, ha creado una situación política ambigua, problemática y controvertida por más de 100 años. Paradójicamente esta condición intersticial, en vez de debilitarla, ha fortaleci- do la identidad nacional boricua.
No es necesario asumir una postura esencialista para reconocer que la inmensa mayoría de los puertorriqueños –dentro y fuera de la Isla– se imagina como parte de una comunidad más amplia que satisface todos los requisitos conven- cionales de la nacionalidad, excepto soberanía. Los ensayos más recientes so- bre la construcción y representación de la puertorriqueñidad concuerdan en sula construcción y representación de la puertorriqueñidad concuerdan en su potencia, intensidad y popularidad (Dávila; Guerra; Morris; Rivera). Desgra- ciadamente, la mayoría de estos estudios se ha centrado en la Isla y ha soslaya- do cómo las identidades se transforman y reconstruyen en la diaspora….
Miles de puertorriqueños han desarrollado prácticas móviles de subsistencia que incluyen a varios lugares interconectados en la Isla así como en el continente norteamericano. Los que viven fuera hablan inglés y participan en la política estadounidense, y deben incluirse en las discusiones académicas y públicas sobre el futuro de Puerto Rico. Ellos forman parte integrante de una nación en vaivén……
Un acontecimiento notable ha sido la participación activa de líderes de la diáspora en el movimiento de paz para Vieques. De este modo, la identidad nacional puertorriqueña se ha movido en dos direcciones principales –una corta distancia hacia Vieques y una larga distancia a través del «gran charco» del Océano Atlántico hasta el continente norteamericano. Por el momento, el discurso público sobre la na- ción se ha expandido más allá de los límites territoriales y las diferencias políticas tradicionales.
La nación en la diáspora
Dos preguntas básicas guían mi reflexión sobre la relación entre nación y mi- gración en Puerto Rico. Primero, ¿cómo puede la mayoría de los puertorriqueños imaginarse como una nación, aunque muy pocos de ellos apoyen la creación de un nuevo Estado nacional? Abordo esta cuestión haciendo una distinción cuidadosa entre nacionalismo político –basado en la doctrina de que todo pueblo debe tener su propio gobierno soberano– y nacionalismo cultural –basado en la afirmación de la autonomía moral y espiritual de cada pueblo (v. Hutchinson). Mientras el nacionalismo político proclama la necesidad de Esta- dos independientes, el nacionalismo cultural puede reconciliarse con varias formas de autodeterminación, como la libre asociación. Mientras la primera es una posición minoritaria en el Puerto Rico actual, la última es la ideología dominante del gobierno del Estado Libre Asociado, la elite intelectual y numerosas instituciones culturales en la Isla así como en la diáspora….
Segundo, ¿cuál es el impacto cultural del éxodo masivo de puertorriqueños en las últimas cinco décadas? Sostengo que las comunidades diaspóricas forman parte de la nación puertorriqueña porque siguen vinculadas a la Isla mediante una intensa y frecuente circulación de personas, identidades y prácticas, así como capitales, tecnologías y mercancías. Por lo tanto, la nación puertorriqueña ya no puede circunscribirse a la Isla, ya que está constituida por dos fragmentos distintos pero densamente entretejidos: el de Puerto Rico propiamente y el de las comunidades diaspóricas asentadas en EEUU continental. Las múltiples implicaciones de esta profunda dispersión territorial sobre las expresiones populares del nacionalismo, particularmente el nacionalismo cultural, aún no se han explorado cabalmente…. Cualquier definición futura de la condición política de la Isla tendrá que tomar en cuenta la creciente fuerza del nacionalismo cultural, así como la continua dispersión física de la gente a través de la diáspora……
Después de la Segunda Guerra Mundial, como parte de una tendencia global hacia la descolonización, Puerto Rico obtuvo un mayor grado de autonomía de EEUU. En 1952, la gran mayoría del electorado insular apoyó el establecimiento del Estado Libre Asociado. Aunque esta fórmula autonómica no alteró los contornos básicos del colonialismo norteamericano, sí permitió la adopción del nacionalismo cultural como política estatal en la Isla. Desde mediados de la década de 1950, el Instituto de Cultura Puertorriqueña y otras agencias gubernamentales han promovido una iconografía nacionalista, basada en símbolos poderosos de la puertorriqueñidad como el idioma español, el patrimonio histórico, el jíbaro, el legado indígena y el arte popular de los santos católicos tallados en madera. Al igual que otras naciones, Puerto Rico ha elaborado su propio conjunto de mitos, memorias, ritos e imaginarios colectivos, tales como la bandera, el himno y el sello nacionales, así como la representación en eventos deportivos y concursos de belleza internacionales. Tales iconos se han difundido ampliamente en la Isla y en el continente, y han fortalecido el sentido de ser puertorriqueño a diferencia de americano. Su apego popular, sin embargo, no se ha traducido en un apoyo masivo a la independencia, ni siquiera a la libre asociación con EEUU. El nacionalismo cultural se ha divorciado prácticamente del nacionalismo político……
Los que se mueven frecuentemente entre la Isla y el continente tienden a ser bilingües y biculturales, así como a ceñirse menos a una residencia permanente en uno u otro lugar, pero se sienten tan boricuas como los que nunca han emigrado de su país. Mientras que el nacionalismo político ha decaído en la Isla, el nacionalismo cultural ha calado hondamente. A través de un amplio espectro de clases socia- les, ideologías políticas y grupos raciales, la inmensa mayoría de los habitantes se identifica principalmente como puertorriqueños, no como caribeños, hispanos, latinos o americanos, a pesar de que reconocen los beneficios materiales y simbólicos de la ciudadanía norteamericana, tales como el acceso a programas sociales y derechos civiles garantizados por el Gobierno Federal…..
A lo largo de este ensayo, he argumentado que los puertorriqueños afirman una recia identidad nacional, aunque pocos favorezcan la independencia para su país de origen. En su vida diaria, muchos experimentan una profunda fisura entre la nacionalidad y la ciudadanía como fuentes de afiliación colectiva, según se manifiesta en la disyuntiva de tener dos banderas, dos himnos, dos idiomas y dos lealtades divididas, a veces conflictivas, frecuentemente solapadas. Como Québec, Escocia o Cataluña, Puerto Rico sigue sien- do una nación sin Estado, más que otra minoría étnica dentro de dentro de un Estado imperial. Como ha señalado el historiador César Ayala (carta al autor, 11/3/2001), el caso puertorriqueño sugiere que «la idea de la nación debe entenderse no como un Estado nacional organi- zado territorialmente, sino como un nuevo fenómeno translocal»….
Entre los inmigrantes latinoamericanos más recientes en EEUU, incluyendo mexicanos, cubanos y dominicanos, solo los puertorri- queños insisten en llamarse simplemente puertorriqueños, en vez de puerto- rriqueños-americanos, ese término híbrido que muy pocos utilizan para desig- narse a sí mismos……
Hoy en día, pocos puertorriqueños pueden imaginar su nación aparte de alguna forma de asociación permanente con EEUU, ya sea como estado de la Unión, como Estado Libre Asociado culminado o como república asociada.
Formidable. Coloqué estos artículos en mi blog. Me interesan porque también toca las causas de este fenómeno que ya está afectando también a Cuba y otros países donde varios-sobre todo jóvenes-vienen a realizar su "sueño americano".Me hiciste recordar a un manipulado del poder que acabó conmigo y sinembargo en su tesis de Doctorado fundamentó que los pinareños-al menos desde 1898 ya eran anexionistas.Imagínate ahora que se han perdido valores? o simplemente han cambiado. Es bien importante este análisis. La gente se siente de ambas naciones-hay esa tendencia. Y creo que aumentará. Bravo!.
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