Tengo una gata negra,
que sabe de mis insomnios
y mis naufragios en tierra firme,
que me mira siempre compasiva
con sus grandes ojos verdes,
Tengo una gata negra,
antigua y heredada,
que me busca en las mananas frias,
y acurruca su huesuda oscuridad a mi costado
mirandome humildemente,
con sus grandes ojos verdes
Tengo una gata negra
que adivina mi proximo gesto antes de partir
y se esconde,
a esperar con paciencia mi regreso
y entonces,
con resignación,
me miran de soslayo,
sus grandes ojos verdes
Tengo una gata,
negra como las noches tristes,
que soporta mis enfados
y reganos fingidos-
por sus indomesticables instintos felinos-
mirandome siempre indulgente,
con sus grandes ojos verdes.
Tengo una gata,
negra y suave como terciopelo,
que huele a mis lociones,
y a mis lagrimas,
que, en mis largos silencios,
solo me mira asustada,
con sus dos almendras verdes.
Cuando no tengo nada,
tengo a mi gata negra,
a mi gata mansa,
a mi gata tibia que calienta mi alma,
que me conoce, que me perdona, que me acompaña.
Ya no imagino mi vida,
mis angustias,
mis mentiras y verdades,
sin la mirada complice y limpia
de mi gata negra,
con sus grandes ojos verdes.
Muy tierno, aunque a mi no me gusta convivir con los animales. Cuando niña sí, pero me mataron ese amor por los animales, que a veces son mejores y más fieles que los hombres-yo diría que siempre es así. Tengo un poema de "los perros de ese hombre " que habla de eso. Talvez lo publique pronto en mi blog.
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