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Friday, October 23, 2015

El muralismo mexicano

























Museo del Palacio de Bellas Artes
MURALISTAS
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Aunque la iniciativa de los artistas mexicanos por pintar sobre los muros de edificios públicos surgió desde 1910, el movimiento muralista arrancó en la década de 1920, legitimándose con la Revolución mexicana. El muralismo mexicano tuvo su periodo de producción más pro- lífico en el periodo comprendido entre 1921 a 1954. A pesar de ser un movimiento plástico con diferentes etapas, mantuvo como constante el interés de los artistas por plasmar la visión social que cada uno de ellos tenía sobre la identidad nacional.
La primera fase del muralismo en México se enmarca durante la presidencia del general Álvaro Obregón. Con la llegada de José Vasconcelos a la Secretaría de Educación Pública, se impulsó un nue- vo proyecto cultural y educativo. Al término de la lucha revolucionaria la iniciativa pudo llegar a buen puerto y abrir uno de los capítulos más im- portantes en la historia de la cultura mexicana, cuando Roberto Montenegro realizó el mural El árbol de la vida, en el ex Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, hoy Museo de la Luz. En esta primera etapa, se abordaron temas relacionados a la naturaleza, la ciencia y la metafísica.
En la segunda fase del movimiento, identificada entre 1934 y 1940, como consecuencia del contexto político nacional, el muralis-
mo entró en una etapa de reflexión. Los artistas sostuvieron intensas discusiones sobre los caminos que en ese momento debería tomar el muralismo; fue así que se fundó la Liga de Escritores y Artistas Revo- lucionarios y el Taller de la Gráfica Popular, ambos con la intención de mantener en el movimiento muralista, un arte comprometido con las masas obreras y campesinas.
La política interior asumida por el gobierno cardenista, así como la política externa con una clara oposición al fascismo, influyó en que los pintores jóvenes, que no participaron directamente en la Revolu- ción, se relacionaran con ella viéndola como el símbolo de un cambio internacional, por lo que entendieron el movimiento revolucionario no sólo como una lucha armada interna, sino como parte de una revolu- ción mundial. Razón por la cual, en esta etapa se adoptó un discurso nacionalista y revolucionario. El muralismo, escribió Carlos Monsiváis, ayudó a configurar la imagen de un país unificado y a difundir los idea- les del México postrevolucionario. Los muralistas pintaron en las pare- des de recintos emblemáticos como la Escuela Nacional Preparatoria (Antiguo Colegio de San Ildefonso), la Secretaría de Educación Pública y el Palacio Nacional.
A partir de este momento, la creación de murales en diferentes recintos públicos tuvo un importante impacto, tanto por la necesidad de hacer prevalecer los valores revolucionarios y postulados sociales, como por mantener una cierta unidad artística, lo que generó que el movimiento alcanzara su momento más alto. Aunado a esto, empre- sas de iniciativa privada como hoteles y bancos, comenzaron a encar- gar a diferentes artistas, producción de murales para sus edificios. De esta manera, hubo poco a poco una modificación en los contenidos de
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EL MURALISMO
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las obras, algunos artistas comenzaron a omitir aspectos de la lucha revolucionaria para abordar temas más generales; así se dio origen a la tercera y última fase del muralismo, en la que se ampliaron los horizon- tes de acuerdo a los intereses de cada artista, aunque sin duda, pre- valeció la intención de mostrar un compromiso social y político y una intención por exaltar el arte popular, el pasado indígena y lo mexicano.
La mayor parte de las obras que fueron creadas específicamente para los muros del Museo del Palacio de Bellas Artes forman parte de las dos últimas fases del movimiento, caracterizada por la consolidación del muralismo con un definitivo reconocimiento y amplio apoyo por par- te del gobierno. Se trata de los murales de Diego Rivera y José Clemen- te Orozco, realizados expresamente para la inauguración del recinto. La etapa que abarca de 1940 a 1954, se distinguió por una gran producción muralística, reflejó el cambio de rumbo que tomó el país con el auge in- dustrial y las aspiraciones de progreso y modernidad, tal como se puede apreciar en las obras de David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo.
Los murales del Museo del Palacio de Bellas Artes reúnen los nombres de los más destacados pintores de este arte de carácter so- cial, pero también se suman Rufino Tamayo, Jorge González Camarena, Manuel Rodríguez Lozano y Roberto Montenegro, cuyas obras ofrecen una visión más completa del movimiento muralista mexicano.
Nacido en Guanajuato, ingresó a los diez años de edad a la Escuela Na- cional de Bellas Artes –antigua Academia de San Carlos–, donde recibió las enseñanzas de Santiago Rebull y Félix Parra. Viajó a Europa, becado por el gobierno porfirista. Formó parte del movimiento cubista, encabe- zado por Pablo Picasso, y se dejó influir por la pintura de Paul Cézanne, Amedeo Modigliani y los futuristas rusos. Hacia 1920 viajó por Italia, en compañía de David Alfaro Siqueiros, para observar de vivos ojos la técnica del fresco. Su regreso a México significó el descubrimiento del pasado prehispánico. Ingresó al Partido Comunista Mexicano, con el que mantuvo siempre una relación tormentosa. Prolífico, incansable, contro- vertido, su obra gráfica, de caballete y mural es una referencia obligada para comprender la fusión entre las vanguardias europeas de principios del siglo xx y la tradición popular mexicana.
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DIEGO RIVERA (1886-1957)
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Nacido en Jalisco, estudió Agronomía e ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes (enba), donde fue alumno de Gerardo Murillo, el doctor Atl. Trabajó como ilustrador en periódicos revolucionarios, realizó mura- les para algunas escuelas y universidades estadounidenses, y en 1932 viajó por Europa. Entre 1936 y 1939 se consagró a la factura de las que muchos críticos juzgan sus mejores obras: los frescos de la Universidad de Guadalajara y las pinturas de la ex capilla del Hospicio Cabañas. Su postura artística denota una fuerte inclinación por el arte barroco, el ex- presionismo alemán y la obra del pintor francés Henri de Toulouse-Lau- trec. Sobre él, Octavio Paz escribió: “El hombre que aparece en su pin- tura es un victimario y también una víctima. De ambos modos provoca nuestra ira y nuestra piedad”.
JOSÉ CLEMENTE OROZCO (1883-1949)
Originario de Ciudad Camargo, Chihuahua, estudió en la Escuela Nacio- nal de Bellas Artes y a los dieciséis años se enlistó para luchar en la Revolución, a las órdenes del general Diéguez. Por su actividad política y sindical estuvo preso en varias ocasiones (incluso planeó el atentado fallidocontraTrotskyen1940).ViajóporLatinoaméricayEstadosUnidos, en donde estableció un taller experimental al que Jackson Pollock asis- tió como alumno. Siqueiros pensaba que si la pintura estaba destinada a generar el cambio, entonces debía hablar el lenguaje de su tiempo. Por ello, utilizó técnicas modernas y materiales industriales –la piroxilina, las lacas automotrices y la fotografía– como apoyos en la construcción compositiva.
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DAVID ALFARO SIQUEIROS (1896-1974)
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Originario de Oaxaca, ingresó a laenba a los 18 años. Fue jefe del depar- tamento de Dibujo Etnográfico del Museo Nacional de Arqueología, en donde cultivó su interés por el arte precolombino. Durante algunos años residió en Nueva York, y a su regreso a México fue nombrado director del Departamento de Artes Plásticas de la Secretaría de Educación Pública. Realizó los dos murales para el Palacio de Bellas Artes (1952-1953) a su regreso de Estados Unidos y Europa. En contraste con el realismo social de otros muralistas, la obra de Tamayo se constituye como un leguaje poético logrado a través de ritmos y destellos de color. Para él, la pintura debía buscar expresar la complejidad de la raza mexicana, no a través de apariencias y narraciones nacionalistas sino indagando en la esencia de las formas, colores y proporciones.
RUFINO TAMAYO (1899-1991)
Su orientación autodidacta lo llevó a viajar por Europa entre 1914 y 1921, donde entró en contacto con los movimientos de vanguardia de tenden- cia neoclásica. Fue profesor de dibujo y jefe de la Dirección de Dibujo en la Secretaría de Educación Pública. Durante su gestión como director de la Escuela Nacional de Artes Plásticas fue acusado injustamente por el robo de cuatro grabados de Guido Reni y Alberto Durero de la Biblioteca de la antigua Academia de San Carlos, y encarcelado por cuatro meses en la entonces penitenciaría del Distrito Federal. Es autor del libro Pen- samiento y cultura, publicado en 1960.
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MANUELRODRÍGUEZLOZANO(1896-1971)
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Originario de Jalisco, estudió en la enba. A partir de 1904 pasó largas temporadas en Europa, donde tomó contacto con distintas corrientes de vanguardia como el art nouveau y el art déco. Tras su regreso definitivo a México, en 1921, José Vasconcelos le encargó la factura de diversos murales en la Secretaría de Educación Pública, la Escuela Benito Juárez, la Librería Iberoamericana y la Escuela Nacional de Maestros. Fue un promotor incansable del arte popular.
ROBERTO MONTENEGRO (1887-1968)

Ingresó a la enba a los catorce años y pronto se convirtió en ayudante del Dr. Atl. Formó parte del movimiento estudiantil que en 1929 impulsó la llegada de Rivera a la dirección de la enba, así como del consejo que formuló un plan de estudios más avanzado. Preparaba sus pinturas con pigmentos naturales, inspirado en la técnica de los antiguos tlacuilos
–artífices de los códices mexicas–, y creó una técnica para organizar y dividir geométricamente el espacio pictórico. Formó parte de la llamada “segunda generación de muralistas mexicanos”. Hay que destacar sus
trabajos para el Castillo de Chapultepec, el Instituto Politécnico Nacional, el edificio del Seguro Social y el Museo de Antropología e Historia. Con- viene matizar, asimismo, su interés por desentrañar los misterios de la teoría plástica.
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JORGEGONZÁLEZCAMARENA(1908-1980) 

Tuesday, September 1, 2015

Inglés, español, o “spanglish” en los Estados Unidos: un largo debate para el siglo XXI



Yanira B. Paz 
University of Kentucky 

Estudios de Lingüística Aplicada, núm. 41, 2005 



The confirmation by US Census reports that the Hispanic population in the United States has become that country’s largest minority will have important implications in the political, cultural, social, and educational discussions of the 21st century. One of the most important aspects of this discussion, on both sides of the border, involves the language that this largest minority will use, be that English, Spanish or Spanglish. Teachers, writers, intellectuals –hispanic or anglo— understand the urgency to reinvigorate this debate, since one vital aspect in the process of defining identity for this powerful minority is language. This article will critically analyze a variety of positions involved in this controversial debate, reaching beyond the polarizing arguments for purity of language, whether Spanish or “English only”, and will conclude with some possible scenarios for the new millennium. 


La confirmación de que la población hispana se ha convertido en la nueva primera minoría en los Estados Unidos y que esta circunstancia impondrá una agenda política, cultural, social y educativa inaplazable, aunada a la discusión dentro y fuera de este país sobre el papel que el español debe desempeñar en el nuevo siglo, nos indican a nosotros, maestros, escritores, intelectuales, hispanos y anglos, que hay que reavivar acuciosamente el debate sobre la(s) lengua(s) que serán habladas por esa primera mino- ría y que perfilarán los rasgos de esa “hispanidad”, más allá de las posiciones de prin- cipios sobre la defensa a ultranza de la lengua o del “English only”. Este trabajo se propone revisar el estado de la discusión de tan controversial debate y columbrar algunos escenarios posibles. 




1. Las estadísticas no mienten
El resultado de las cifras del censo de población del año 20001 en los Estados Unidos confirma lo que muchos observadores habían adelantado: la población hispana en ese país ha crecido hasta constituirse en la nueva primera minoría. De tal manera que de los 281.4 millones de residentes en esa nación, 35.3 millones son de origen hispano; es decir, 12.5% de la población total. Según estas mismas cifras, la población hispana de origen mexicano constituye 7.3%, la de origen puertorriqueño 1.2%, la cubana 0.4%, y la de otros orígenes conforma 3.6% de esta población. El análisis del United Census 2000 es claro al afirmar que la población hispana aumentó 57.9% desde el censo de 1990. Esta misma fuente indica que esta nueva primera minoría se concentra mayormente en los estados de California y Texas. En el primero, la población hispana constituye 31.1% de la población (11 millones de habitantes) y en el segundo 18.9% (6.7 millones de habitantes). Todos los estados de la Unión vieron incrementada en diferente pro- porción su población de hispanos. Otro elemento que no puede dejarse de lado es que el 35% de esta población es menor de 18 años.
Estos datos confirman que la emergencia de esta nueva primera minoría impone una agenda política, cultural, social y educativa inaplazable. Para nosotros, estudiosos de la cultura y de la lengua, una de las preguntas más acuciantes es: ¿cuál será la lengua o lenguas utilizadas por este grupo para la comunicación diaria?, ¿cuál será la lengua o lenguas de la educación, los negocios, el culto, la salud, la literatura, etcétera?

2. “English only”, defensa del español, spanglish: el estado actual del debate
En la discusión sobre el futuro de la población de origen hispano en Estados Unidos uno de los puntos más controversiales es: cuáles serán los rasgos definitorios de su identidad, de su “condición hispana” tal y como lo planteara el escritor de origen mexicano Ilán Stavans en una de sus obras (2001a). Uno de los elementos en el proceso de construcción de esa condición es el mantenimiento de la cultura y, por ende, de la lengua originales. Si bien la población hispana en los Estados Unidos
1 Todas las cifras poblacionales citadas en este trabajo corresponden a U.S. Department of Commerce. Economics and Statistics Administration, United Census 2000.
es en su mayoría de procedencia mexicana, en general ha sido plural en su composición: puertorriqueños, dominicanos, cubanos y centroamericanos arrojados a este territorio por muchas razones, pero fundamentalmente por la ventolera polí- tica de nuestros países, por los atractivos económicos y por eso que puede resumirse en dos frases reveladoras: “the pursuit of happiness” y “the American dream”. Muchos han visto la presencia del español en los Estados Unidos como una nueva realidad. Nada más falso, ya que el español nunca ha sido una lengua extranjera en ese territorio, nunca ha debido calificarse como tal. Fue hablada en muchas regiones del sur del país mucho antes de que los peregrinos del Mayflower llega- ran a Plymouth. Fue, sí, una lengua marginada, acicate de una población que, como la mexicana, después del Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848) quedó “en el limbo”, en una situación liminar: sin poder retornar a sus antiguas heredades donde serían considerados como anglicanizados y sin poder compartir entera- mente eso que consagraba el tratado de “paz y amistad” de 1848:
the Mexicans [...] shall be incorporated into the Union of the United States [...] to the enjoyment of all the rights of citizens of the United States, according to the principles of the Constitution; and in the mean time, shall be maintained and protected in the free enjoyment of their liberty, and secured in the free exercise of their religion without restriction.2
De un plumazo, las fronteras se corrieron más abajo y la población de entonces tuvo que elegir entre dejar lo que le pertenecía y mudarse a México, o quedarse en un nuevo país y adoptar una cultura, una lengua y una religión diferentes. Suponemos que en este momento el español se hizo “extranjero” con relación a la lengua mayoritaria del nuevo país. Si bien el tratado apunta claramente al libre ejercicio de la religión y al usufructo de las propiedades, no dice nada de manera específica con respecto a la lengua. Sin embargo, en la práctica el uso del inglés y el español para esta población se constituyó en lo que Ferguson (1977) denomina diglosia: el español como lengua confinada al círculo familiar y religioso, al orden de lo privado; y el inglés para la esfera de lo público. Con relación al mantenimiento de la lengua nativa, numerosos autores, entre ellos Silva-Corvalán, han descrito cuál es la tendencia: “Los hijos de inmigrantes de la primera generación pueden adquirir el español en casa, pero la gran mayoría se hace gradual-
2 Treaty of Guadalupe Hidalgo, 1848.
mente dominante en inglés al pasar bien por un programa bilingüe de transición o por un programa de inmersión en inglés” (2001:3). En otras palabras, la primera generación tiende a ser monolingüe en español; la segunda, bilingüe; y la tercera monolingüe en inglés. Por eso, nada más carente de sentido que el celo que moti- vó a quienes impulsaron la Proposición 227 y que se ha convertido en su bandera. En esta propuesta se enfatiza que
[...] the English language is the national language of the United States of America and of the State of California [...] and is also the leading world language of science, technology, and international business, thereby being the language of economic opportunity [...] Therefore, it is resolved that: all children in California public schools shall be taught English as rapidly and effectively as possible.3
Con esta propuesta, en la que queda encarnada la tesis de “English only”, se echan por tierra casi 40 años de educación bilingüe en los Estados Unidos. Por consiguiente, en California, el estado con más población hispana, a esa nueva primera minoría se le niega la posibilidad de una educación en su lengua nativa. Esta tesis que concibe a los Estados Unidos como una sociedad “monolingüe” colide frontalmente con la tesis de la globalización económica: diversifiquemos los mercados, pero mantengamos una misma lengua. Quizás muchos en los Estados Unidos han creído que no hay necesidad de aprender otras lenguas porque ese mercado globalizador está aprendiendo o hablando alguna forma de inglés. La campaña bélica en Afganistán e Irak puso en penosa evidencia la necesidad de hablantes de árabe y originó un aumento interesante en los cursos de cultura y lengua árabe en muchas universidades y organizaciones en los Estados Unidos.
De manera contraria, la Comunidad Europea, a pesar de reconocer al inglés como lingua franca para la comunidad, en su Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas ha sentado las bases comunes para una Europa pluricultural y plurilingüe. Sería importante referirse a cuatro de las premisas básicas del men- cionado marco de referencia: 1) El aprendizaje de la lengua es para todos. 2) El objetivo es el plurilingüismo y el pluriculturalismo. 3) Mediante procesos de lengua de carácter democrático hay que formar a la gente joven para que sea social- mente responsable. 4) El aprendizaje de la lengua es un proceso que se desarrolla
3 California Secretary of State. Primary 98. Text of Proposition 227. Las cursivas son mías.
a lo largo de la vida (García Santa-Cecilia, 2002:38). De estas declaraciones se pueden derivar algunas cosas prácticas: a) no se diferencia entre lengua nativa y extranjera, sino que se habla del aprendizaje de ambas como un proceso integral si es conducente a una sociedad plurilingüe; b) que este proceso lleva a la forma- ción de gente joven responsable socialmente, debido al conocimiento de realidades culturales y sociales múltiples, y c) que éste es un proceso que necesariamente comienza en la niñez y que se prolonga a través de la vida de los individuos.
Los proponentes del “English only” obvian lo que tradicionalmente ha sido el proceso de formación cultural en los Estados Unidos, país constituido en su mayoría por constantes y diversas olas inmigratorias. Pareciera oponerse a lo que es la tendencia generalizada en Europa y en Latinoamérica hacia la aceptación de una sociedad más diversa, y en esta diversidad la lengua es un factor fundamental. Además, niega a esta emergente nueva primera minoría la posibilidad de que el español sea parte constitutiva de la formación escolar de una población de más de 35% de niños y jóvenes que requieren el uso también de su lengua nativa como lengua de instrucción. De no hacerlo, podría repetirse la historia narrada por Stavans en su libro La condición hispánica (2001) sobre el pintor mexicano Martín Ramírez, radicado en California, quien incapacitado de aprender inglés e inhabilitado de hablar en su propia lengua, perdió el habla y vagó por las calles de Los Ángeles hasta llegar a ser recluido como “esquizofrénico-paranoide deteriorado” en un manicomio de la ciudad. Es decir, se corre el riesgo de producir —metafóricamente hablando— generaciones de afásicos, imposibilitados de adquirir una competencia lingüística plena en cualquiera de las dos lenguas.
Del otro lado del espectro se colocan los defensores a ultranza de la lengua española. Pero, ¿por qué defenderla? Podríamos citar el párrafo introductorio de Cela en el Segundo Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Valladolid, en 2001, quien declaraba:
[...] pruebo a dar aviso de la defensa del español, la lengua en que a Cervantes, al decir de Unamuno, Dios le dio el Evangelio del Quijote: la lengua en la que tenemos nuestra histórica e inmediata circunstancia y la fortuna de saberla digna y suficiente, firme y saludable, lozana y adecuada a los usos, afanes y necesidades que nos animan a seguir viviendo en ella (Cela, 2001:1).
Defenderla porque la lengua, como lo afirma Cela, es parte consustancial de nuestra cultura, de nuestra historia. Es la lengua coloquial y literaria de más de 322 millones de personas en 23 naciones a ambos lados del Atlántico y porque goza de salud y lozanía. Lamo de Espinoza (2002) en “El mercado de las lenguas...” la coloca como segunda después del chino mandarín por el número de hablantes y quizás tercera después del inglés por la cantidad de países que la han adoptado como lingua franca.
La otra pregunta sería: ¿defenderla de quién? Uno, de sus “enemigos internos”, quienes estarían representados por esa “avenida de neologismos” que avizoró Bello (1984:33), y que representan la posibilidad de fragmentación que lo llevó a postular su gramática para el uso de los hablantes de América. En otras palabras, la lección que aprendieron los intelectuales de la fragmentación del latín en los antiguos dominios del imperio romano. Si la unidad lingüística no se fomenta, podría resultar lo mismo en los antiguos dominios del imperio español, a pesar de que se ha insistido hasta la saciedad que hay dos principios que pueden coincidir dialécticamente dentro de la lengua: unidad en la diversidad y diversidad en la unidad. Reconocer el vario espectro de las diferencias dialectales, pero darnos cuenta que a pesar de todo podemos comunicarnos; que el diario digital de Madrid puede ser leído por sus lectores en Bogotá, en Caracas o en Buenos Aires, y viceversa. El último Congreso Internacional de la Lengua al cual hice referencia se abocó en su integridad a estos dos aspectos: el de la unidad y el de la diversidad. A recordarnos que no hay un español, sino muchos, y que en esto radica la vitalidad y lozanía a las cuales aludía Cela. El otro “enemigo interno” podría estar representado por la aparición de esas formas sin domeñar como el “spanglish”, que será tema de un análisis posterior.
Entre los “enemigos externos”, obviamente, habría que contar el avance incontenible del inglés en todos los ámbitos de la vida contemporánea en los países hispanohablantes. Parafraseando a Nebrija, el inglés ha sido el compañero de la globalización. La posición de las academias y de las organizaciones encargadas de velar por la salud de sus respectivas lenguas ha sido la de montar su defensa, pero se ha quedado solamente en una declaración de principios. Con relación a la influencia incontenible del inglés, Odón Betanzos Palacios (2001), presidente de la Academia Norteamericana de la Lengua, declaró lo siguiente:
La influencia del inglés estadounidense es de tal magnitud y tiene tal fuerza arrolladora que va, precipitadamente, alcanzando a nuestros profesionales que a su vez recalan en los medios de comunicación y éstos en el pueblo. La jerga de las computadoras invade el terreno completo de la comunicación
[...] y va configurando y determinando en el español, su impronta y necesidad. Las grandes multinacionales [...] no son la excepción, al perder el respeto a las naciones con las que comercian, ni se molestan en buscarle la traducción a sus comunicaciones así que [...] usan léxico, giros y modismos en su inglés estadounidense, formas con las que, en forma de pulpos, tienen difusión inmediata, quiere esto decir deformación inmediata en la lengua en que comercian. Pienso [...] que existe un plan concreto y definido en esta postura de los cruzados de la globalización (2001:5).
El mismo problema es percibido por Álex Grijelmo (2001), redactor jefe del diario español El País y responsable de su manual de estilo, quien resalta que los anglicismos comenzaron a considerarse en español solamente a partir del siglo XX y que éstos eran provenientes del inglés británico a través del francés. Es decir, no pasaban por el contacto popular y eran uso casi exclusivo de ciertos grupos. Finalizado el siglo, la realidad es otra y Grijelmo expresa alarmado que “en apenas medio siglo el inglés ha colocado en nuestras bocas tantas palabras como el árabe en ocho centurias” (2001:131), y añade: “el inglés, por algún salvoconducto especial, ha colocado en el vocabulario del hispanohablante palabras de grafía extraña, inadaptadas a su nuevo entorno, impronunciables en la fonética y la prosodia del español. Ha dispuesto [...] de un privilegio que ninguna otra lengua tuvo en su poder” (2001:131). Sin embargo, concede Grijelmo que:
No podemos tratar tampoco a la lengua inglesa como invasora [...] Se trata de algo mucho más patético: determinados hablantes del español desean ser invadidos porque anida en ellos el desprecio inconsciente hacia su propia cultura [...] a la que consideran inferior y, por tanto, con la obligación de rendirse ante el resto del mundo. Y el resto del mundo es para ellos Norteamérica (2001:135).
En nuestra disyuntiva sobre ¿español o inglés?, cabría preguntarse: ¿cuál es la verdadera lengua materna del latino? Para Stavans “ambas lo son, además de una tercera opción: el spanglish, un híbrido” (2001a:167). Este escritor va mucho más allá llegando a considerar en su último libro al spanglish como “a new American language” (2003). Estas provocadoras aserciones de Stavans hacen enrojecer de cólera a más de uno en ambos lados de la disputa. Cuando a Octavio Paz se le preguntó su opinión sobre el spanglish, éste declaró que “no era ni bueno ni malo, sino abominable” (en Stavans, 2003:4). De igual forma, Betanzos Palacios afirma que
coinciden los nuevos adelantados protectores del espanglish, en su divulgación y defensa, en un exceso de precipitación, falta de reflexión y ligereza en las conclusiones al pensar que han logrado un descubrimiento importante, sin observar que el espanglish es sólo, medio de comunicación temporal [...] pasajero y todo vendrá a su cauce normal cuando nuevas generaciones de hispanohablantes en Estados Unidos reconozcan y aprecien la bendición del bilingüismo, al saber y comprobar que un bilingüe vale por dos (2001:1-2).
Arremete Betanzos contra los defensores del spanglish exigiendo: “¿cómo se me- dirán en su gran desacierto los defensores del espangish con las obras cumbres de creación literaria en lengua española?” (2). Como respuesta a estas posturas, Stavans incluye en su nuevo libro la traducción al spanglish del primer capítulo de la primera parte del Quijote. También incluye porciones de otros textos emblemáticos como la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y un pequeño diccionario spanglish-inglés. Numerosos escritores “latinos” en los Estados Unidos han asumido, aunque de una manera parcial, esta lengua “híbrida” como lengua literaria. Uno, entre muchos ejemplos, puede encontrarse en Se habla español. Voces latinas en USA (2000) de Edmundo Paz Soldán y Alberto Fuguet.
3. Algunas recomendaciones a modo de conclusión
Si coincidimos con Stavans en que “el español sobrevivirá como idioma [en los Estados Unidos, pero] no lo hará ni puede hacerlo en su forma más pura, ortodoxa y castiza” (2001a:177), entonces ¿qué estrategias habría que plantearse para asegurar esta supervivencia?
1. Primeramente, debe desarrollarse una coherente y consistente política de planificación lingüística que asegure la supervivencia no sólo del español sino de muchas otras lenguas de inmigrantes, así como nati- vas. En relación con la población hispana, como lo indica Garrido Medina (2001:2): “el objetivo central [...] es que ser hispano suponga cada vez más ser hispanohablante, y que asimismo el español se difunda como segunda lengua entre otros grupos culturales y políticos en los Estados Unidos de manera generalizada”.
  1. También sería conveniente considerar en los futuros proyectos de planificación lingüística algunas de las premisas esbozadas en el Marco de Referencia para la Enseñanza de las Lenguas en Europa, tales como aquellas que proponen que el aprendizaje de la lengua es para todos, no sólo como objetivo curricular sino porque la meta a alcanzar a largo plazo es el de una sociedad plurilingüe y pluricultural. Este proceso de enseñanza de la lengua debería incentivar en los jóvenes a una autorreflexión sobre su propia cultura y la cultura del “otro”, tratando de desarrollar un verdadero sentido de responsabilidad social como ciudadanos del mundo y no sólo del imperio. El proceso de aprendizaje de la lengua es un hecho que se desarrolla a lo largo de la vida y debe ser fomentado desde una edad temprana. Si bien es cierto que el sistema educativo ha invertido dinero y talento en incentivar el aprendizaje de las lenguas del mundo,4 todavía la percepción de muchos estudiantes es que son un requisito curricular, y no las valoran como un componente primordial en la formación de individuos de cara al mundo.
  2. Nada de lo anterior se puede alcanzar si no se asegura una presencia mayor de hispanohablantes en los centros de poder político. Esta nueva primera mayoría tiene que crear una conciencia de su valor político y debe hacer valer ese peso. En tal sentido, deben asumir un papel de agentes políticos y exigir que sus representantes sean bilingües.
  3. Los medios de comunicación, cuya influencia en la población hispana es de una importancia cada vez mayor, deben replantearse su programación. La inversión y la oferta de programas educativos y culturales serios deben ser aun mayores. Hasta ahora sólo han servido de vehículo para bombardear con anuncios comerciales a la población de origen hispano. También debe haber una profunda reflexión entre los medios, en especial en la televisión y la radio, sobre el lenguaje que se utiliza en éstos. Como lo indica Stavans: “los que trabajan en medios de comunicación de habla hispana, aunque están conscientes de su papel social y educativo, no hablan un idioma que no esté afectado; son par-
    te de la enfermedad que quieren curar” (2001a:179).
Prueba de esto es que los estudios sobre la adquisición de una segunda lengua se han convertido, gracias a la dedicación de maestros e investigadores estadounidenses (entre otros), en un área de investigación específica.

  1. Es de primordial importancia la formación de maestros totalmente bilingües, que puedan asegurar la continuidad del español como lengua de la escuela. También se hace urgente la preparación de promotores culturales, trabajadores sociales, médicos y enfermeras, abogados, sacerdotes, ministros y pastores bilingües que permitan el intercambio
    en español en el barrio, en las diferentes comunidades.
  2. También es crucial que los intelectuales y, en especial, los escritores de origen hispano, asuman el español, en cualquiera de sus variantes, como lengua para la creación literaria. Entiendo que estos escritores están enfrentados a un dilema casi patético: escribir en español, en spanglish o en inglés. El mercado ha determinado la opción por el último. Como intelectual latinoamericana trabajando en una universidad estadounidense, escribiendo sobre literatura y lingüística del y en español, he observado incrédula que mis posibilidades de publicación son menores por ese solo hecho. En otras palabras, que para hablar de nuestras realidades tenemos que autotraducirnos. Como Calibán, tenemos que hablar la lengua de Próspero.
Quiero concluir este ensayo con una cita de Octavio Paz (1999:4):

La palabra es nuestra morada, en ella nacimos y en ella moriremos; ella nos reúne y nos da conciencia de lo que somos y de nuestra historia; acorta las distancias que nos separan y atenúa las diferencias que nos oponen. Nos junta pero no nos aísla, sus muros son transparentes y a través de esas paredes diáfanas vemos al mundo y conocemos a los hombres que hablan en otras lenguas.



Referencias
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Tuesday, July 14, 2015

De Alabama a Mississippi con William Faulkner (From Alabama to Mississippi with William Faulkner)

(an English version is down below)

por Olga L. Miranda

Elegí este verano para leer la novela Luz de agosto (1932) de William Faulkner (1897-1962). Y creo que hice bien. Siempre he pensado que cada libro tiene su momento para ser leído y, aunque casi nunca tengo una razón clara para ello, la intuición infalible me guía. Me pareció este un buen momento para comenzar a entender mejor a la sociedad norteamericana desde su propia literatura. Y realmente hacerlo fue un lujo intelectual y un gran placer. Luz de agosto es una novela fascinante. Como beneficio adicional puedo decir que ahora entiendo mejor porque se considera a Faulkner el principal inspirador de los fundadores de la novelística latinoamericana moderna, dígase Juan Rulfo, García Marquez, Onetti. Como ya se ha dicho:

"... no es sólo la estructura y el virtuosismo técnico lo que debió atraer de Faulkner. La Norteamérica que sucede en sus novelas tiene mucho de cercana a la América del Sur, rural, de pequeñas aldeas, que en la primera mitad del siglo XX caracterizó a gran parte de América Latina."(Albeto Antonio Verón)

Luz de agosto es una novela vigorosa con personajes sórdidos y endemoniados como Joe Christmas, Mrs. Burden  y Joe Brown (Lucas Burch), o patéticos y grises como el reverendo Gail Hightower y Byron Bunch. Ellos representan en sí mismos tipos humanos que perfilan la cultura del sur de los Estados Unidos. El tema de la novela es básicamente rural y describe muy bien el estilo de vida sureño, pero sin pretensiones realistas, por el contrario está llena de simbolismo y es de hecho una alegoría sobre el conflicto entre el individuo y la comunidad.

La novela es narrada en tercera persona y el argumento central está basado en una historia aparentemente cotidiana y simple que transcurre en tres semanas; una chica embarazada, Lena Grove, viaja a pie o en carretas, de Alabama a Jefferson, un pueblito de Mississippi, en busca del padre del bebé que nacerá pronto. Sin embargo, Luz de agosto no deja de ser un texto complejo, de gran riqueza narrativa y estilística al estar centrado en el uso de un lenguaje poético e imaginativo que representa muy bien el universo mítico de esos pequeños pueblitos de campo detenidos en el tiempo, donde predomina una mentalidad conservadora e intolerante basada en la religión protestante y en las frustraciones que dejó la guerra civil en esta parte de la nación norteamericana.


Luz de agosto no es un texto muy fácil de leer pues la dimensión del tiempo está fragmentada, posee dos líneas temporales diferentes que se cruzan hacia el final, constantes rupturas y flashbacks. Además, se adentra hasta el fondo en los complejos laberintos sicológicos de los múltiples y vívidos personajes que tienen diferentes destinos. Esto hace que la narración brinde diversas perspectivas de los acontecimientos. Como lectores podremos elegir un punto de vista desde donde armar el rompecabezas y participar así en la construcción de la historia desde nuestra propia interpretación de los hechos. Las magistrales descripciones aportan una visualidad casi cinematográfica de las situaciones, los personajes y sus escenarios. Uno siente que conoce a esa gente, que sabe como gesticulan, como hablan y caminan, como respiran y piensan.


Por supuesto, el hecho de que Faulkner naciera y viviera en esa región le permitió crear una obra no sólo veraz sino, y sobre todo, dotada del espíritu de la gente del sur, de sus miserias, de su violencia, de sus perjuicios y de sus sueños. Esta es una novela que deja un vacío al terminarla, ese "hueco en el estómago" que produce la buena literatura. Uno se siente rodeado todavía por los fantasmas de Jefferson. Realmente ahora es cuando me gustaría leer Luz de agosto, se que sería algo completamente distinto, la disfrutaría más al no tener que preocuparme si por fin Lena encuentra a su amante en una remota villa de Mississippi. Sería como leer otra novela donde nuevas micro historias, a las que no les preste atención la primera vez, aflorarían. También descubriría secretos y motivaciones de algunos personajes que no percibí antes. Y esto sucederá una y otra vez porque Luz de agosto es un texto abierto, lleno de silencios, de dudas y de zonas misteriosas y borrosas que uno nunca acaba de absorber en su totalidad. Ello es lo que hace de esta novela una obra paradigmática de la literatura moderna.


(English version)

I chose this summer to read the novel Light in August (1932) by William Faulkner (1897-1962). And I think I did well. I think a book has the time to be read. Although I rarely have a clear reason for it, the infallible intuition guide me. I found it was a good time to begin to better understand the American society from their own literature. Definitely, it  was an intellectual luxury and a great pleasure. Light in August is a fascinating novel. In addition, I can say that I now understand better why Faulkner is considered the main inspiration of the founders of modern Latin American novel, such as Juan Rulfo, Garcia Marquez, Onetti and others. As already mentioned:

"... Not only the structure and technical virtuosity what should attract Faulkner. The America that happens in his novels is much closer to South America, rural, small villages, in the first half of the century XX characterized much of Latin America. "(Albeto Antonio Veron)

Light in August is a vigorous and possessed novel with sordid characters like Joe Christmas, Mrs. Burden and Joe Brown (Lucas Burch), or pathetic and gray as the Reverend Gail Hightower and Byron Bunch. They represent themselves human types that shape the culture of the southern United States. The theme of the novel is basically rural and describes well the southern lifestyle, but not realistic claims, on the other hand is full of symbolism and is in fact an allegory about the conflict between the individual and the community.

The novel is narrated in the third person and the central argument is based on a seemingly daily, simple story set in three weeks; a pregnant girl, Lena Grove, traveling on foot or in carts, Alabama Jefferson, a small town in Mississippi in search of the father of the baby to be born soon. However, Light in August it is still a complex text, of great narrative and stylistic to be focused on the use of a poetic and imaginative language that represents very well the mythical world of these small towns country frozen in time wealth which is predominantly conservative and intolerant mentality based on the Protestant religion and frustrations left the civil war in this part of the American nation.

Light in August is not an easy text to read because the dimension of time is fragmented, has two different time lines crossing at the end, constant breakdowns and flashbacks. Also, it enters all the way into the complex maze of the many psychological and vivid characters who have different destinations. This makes the narrative provide different perspectives of events. As readers we can choose a viewpoint from where the puzzle and participate in the construction of history from our own interpretation of the facts. The master descriptions provide an almost cinematic visual situations, characters and scenarios. You feel like you know these people, their gestures, how they talk and walk, as they breathe and think.

Of course, the fact that Faulkner was born and lived in this region allowed him to create not only a true work but, above all, endowed with the spirit of the people of the south, their miseries, their violence, their prejudices and their dreams. This is a novel that leaves a void to finish, or the "hole in the stomach" to produce good literature. One feels still surrounded by the ghosts of Jefferson. Really now is when I would read Light in August, it would be something else entirely, the more enjoy not having to worry if Lena finally finds her lover in a remote village of Mississippi. It would be like reading another novel where new micro stories, which did not pay attention the first time, would emerge. Also he discovers secrets and motivations of some characters I have not noticed before. And this will happen again and again because Light in August is an open, full of silences, doubts and mysterious areas and a blurry text that you never just absorbed in full. This is what makes this novel a paradigmatic work of modern literature.
















Este trabajo que aparece debajo me pareció un análisis crítico excelente sobre William Faulkner y el valor estético de su literatura.



"Luz de agosto
de William Faulkner y la modernidad"

Alberto Antonio Verón
 
En el presente texto se propone un examen de William Faulkner a la luz de los conceptos y de autores determinantes durante los últimos quinientos años: la reforma protestante, el nuevo mundo, el cine son elementos sociales y estéticos presentes en la obra de William Faulkner; especialmente su obra "Luz de agosto". 

A manera de nostalgia
Faulkner fue a pesar del éxito relativamente tardío (y que éxito no lo es) un campesino que gustaba del ritmo bárbaro de la caza, el olor de los caballos criados en las tierras del sur, la agitación etílica del Whisky y el apasionamiento por escuchar las historias de unos territorios habitados por 16000 campesinos pobres durante los albores del siglo XX . Toda esa “basura blanca” -white trash-, los hijos de las aristócratas y racistas familias del sur, esas mismas familias que perdieron con la guerra civil no solo su fortuna, sus plantaciones de algodón, sus esclavos, sino también la posibilidad de adherirse a las corrientes del progreso y la modernidad que fondeaban del lado norte de la nación.
Cuando se nombra a William Faulkner no solemos pensar ni en el nobel, ni en los magníficos tratados acerca de literatura norteamericana a que son tan adictos los profesores y los críticos. Se piensa a cambio en fotogramas cinematográficos en los que aparece sobre una solitaria carretera del sur de los Estados Unidos una mujer humilde y embarazada, tostada por el sol, salida de un tiempo que se detiene en las tradicionales costumbres morales del sur profundo ; ese sur que soporta con desgano y mala leche al distinto, al otro, llámese negro, indio, madre soltera, o simplemente cualquiera que arrastre los estigmas de alguna marca heredada de Caín, algún pecado o una culpa legitimada por la Biblia y realizada a fondo, con devoción mundana en cualquier lugar de la tierra donde la moral del sur profundo llegue.
Podemos confesar que durante varios años abandonamos a Faulkner como muchos contemporáneos lo hicieron también, a sabiendas que su grandeza se encuentra plenamente demostrada. Este olvido es semejante al que hemos realizado con otros objetos maravillosos de épocas no tan pasadas solo que por efectos del tiempo llegan a parecer lejanas: los aguamaniles, los gramó-fonos, los autos modelo cincuenta. En ocasiones les descubrimos, asomados en un rincón de la casa, dignos, pero cubiertos de polvo y sobre todo de olvido.
En este olvido de Faulkner existen otros culpables: los novelistas del sur fueron reemplazados por los novelistas del norte. Los Updike y los Salinger, los Capote y los Pinchon, quienes reescribieron sobre las páginas del viejo campesino una escritura sino urbana, que por lo menos sí intentaba retornar a esos pueblos de una sola calle, habitados por hombres que parecían estáticos y extáticos a la puerta de los bares.
Esa atmósfera tiene mucho que ver con Faulkner ; fue el quien se lanzó con la paciencia del artesano sobre las instancias de un sur que bajo el tecleo de su maquina de escribir se convierte en mítico.
Confieso también que luego de leerle nuevamente se termina experimentando sensaciones en el hueco invisible del estómago. El mejor de los síntomas para identificar cuando un escritor se encuentra lo suficientemente vivo. Las tierras radiantes del sur se han desplegado visualmente, ante los ojos del lector. Esto no es obra de la crítica literaria, cuyas palabras no alcanzan a deletrear el carácter inmediato, visceral, poético del lenguaje. Bajo los pliegues de la intertextualidad y del narrador actante, bajo todo el sutil desencanto que opera en los herederos del estructuralismo, existe un territorio sobre el cual el lector se encuentra completamente libre de preconceptos y de ardides críticas. Dirán algunos que pensar en un carácter espontáneo de la lectura es tan impuesto como aquella proveniente de la crítica literaria. No existe lectura neutral, ni tampoco lectura espontanea ; nos encontramos viciados por una experiencia cultural previa que determina la manera en que nos acercamos a los textos.

Faulkner como representante de la modernidad
La pregunta acerca de las complejas relaciones que los personajes de Faulkner establecen con un imaginario que se instala en un orden tradicional y pre-moderno, conduce a seguir el papel que el sentimiento y la institución religiosa juegan como vínculo sagrado y fuente de autoridad, desde el cual emanan las acciones y las actitudes éticas que se insertan en sus novelas .
Abordar el sur de los Estados Unidos no le resultó fácil, si tenemos en cuenta que la guerra civil y las luchas contra la esclavitud habían llenado antes que él páginas enteras de novelas buenas, regulares y malas. El sur, en la tercera y cuarta década del siglo XX cargaba a cuestas una larga tradición literaria que tenía ilustres orígenes en el siglo XIX. A pesar de eso, el universo del novelista Norteamericano creció allí, bajo el sol esplendoroso de esas tierras campesinas que jamás quisieron adoptar las costumbres, ni los modelos de vida supuestamente modernos del Norte.
Daniel Bell nos ofrece una acertada descripción del mundo real del cual se nutren los personajes Faulknerianos. La descripción aporta elementos acerca de la cotidianidad y las maneras de comunicación:
“la mayoría de las personas que vivían en grupos aislados o en zonas escasamente pobladas, la vida era muy diferente. La gente raramente viajaba a grandes distancias; un visitante de lejos era una rareza. Las noticias se reducían al chismorreo local, y las escasas hojas de noticias se dedicaban a sucesos parroquiales. La imagen que tenía la persona ordinaria del mundo y la política era ordinariamente circunscrita” (1)
Si los sureños fueron los elegidos de dios, los que se sabían encargados del sagrado ministerio, los que estaban dispuestos a enfrentar al Satán del norte, Faulkner sería el novelista crítico y poético de un hermoso infierno abandonado a los pecados de la intolerancia y del fanatismo.
De allí que Faulkner no fuera la buena conciencia de su amado sur , por el contrario, sus novelas son una denuncia que crece página a página contra todas aquellas maneras de culpar, de someter, de destruir los pequeños fragmentos de esperanza y de libertad humana.
Como escribe Thorp
“una sola frase nos da idea de lo que ocurre en Luz de agosto: las aventuras de una chica embarazada en busca del amante que la ha abandonado. Así es - en parte - pero una de las aventuras. En la que ella no es sino un distante espectador es el asesinato de una soltera ya mayor, Miss Burden, a la que su amante mata por temor a que fuera negra. Pero esta versión tampoco nos dice mucho del argumento ya que no nos dice nada de la angustia de Joe Cristmas (el asesino) atrapado entre el mundo de los blancos y de los negros, ni el reverendo High Tower, otro solitario, que acoge a Joe en su huida y en cuya casa le encuentran y castran. LOS OJOS ABIERTOS Y SIN NADA MAS QUE CONSCIENCIA. Tampoco podría resumirse el fundamental simbolismo de la novela que no aparece en absoluto en el argumento: la apacible fuerza creadora de Lena Grove colocada al lado, o sobre, o donde sea, pero en resumen, en contra del fanatismo y hambre de Miss Burden y de la vida de violencia de Joe” (2)
Confieso también que luego de leerle nuevamente se termina experimentando sensaciones en el hueco invisible del estómago. El mejor de los síntomas para identificar cuando un escritor se encuentra lo suficientemente vivo.
En “Luz de agosto” el enfrentamiento del individuo con la comunidad lo interpretamos desde la crisis de los valores pre-modernos y el drama a que se ven abocados quienes intentan separarse de ese orden instituido desde la más aciaga voluntad divina.
Si he dejado de ser un hombre de Dios no ha sido por mi voluntad. Ha sido por la voluntad, casi sería mejor decir por la orden, de todas las personas como usted, como ella y como él, ése que está en la cárcel, y como todos los que le han encerrado para satisfacer sus deseos” (3)
Esos deseos son aquellos que en términos de Nietzsche, otro de los padres de la modernidad, se originan en la mala y enferma conciencia.
"la mala conciencia, esa bestia horrible, para decirlo con palabras de Lutero; en todas partes, el pasado rumiado de nuevo, la acción tergiversada, los malos ojos para cualquier obrar; en todas partes el querer malentender el sufrimiento, convertido en contenido de la vida, el reinterpretar el sufrimiento como sentimiento de culpa, de temor, de castigo; en todas partes las disciplinas, el silicio" (4) .
Son varios los personajes agobiados por los sentimientos culposos que Nietzsche describiera en su famoso libro “La genealogía de la moral”. El abuelo materno de Christmas lo arroja a un orfanato para que inicie la expiación de su origen negro. Hightower, el antiguo reverendo perdió su cargo luego que la comunidad de la ciudad se enteró de la manera en que su esposa le engañaba y de la sórdida muerte de ésta en una habitación de hotel. El padrastro de Christmas padece una portentosa ira santa al saber que su hijo dilapida el poco dinero que le ha dado, en mujeres y licor.
A su vez, Lena Grove, el reverendo Hightower y el mismo asesino Joe Christmas son castigados por haber violado los principios reguladores de la vida en comunidad : Lena al quedar embarazada, Higtower por haberse unido a una pecadora, Joe Christmas a causa de su origen racial negro. En cada uno la sociedad intenta abrir una herida por la cual brote lo que Nietzsche escribió así :
“Yo sufro: alguien tiene que ser culpable”. El sacerdote, en este caso la comunidad, le dice: ¡Está bien, oveja mía!, alguien tiene que ser culpable de esto: pero tu misma eres ese alguien, tú misma eres la única culpable de esto -tú misma eres la única culpable de tí...”(5)
La comunidad, la iglesia, los valores que integran parte de la cultura del sur de estados Unidos se erigen valiéndonos de la expresión desarrollada por el pensador Cornelius Castoriadis, en significaciones imaginarias sociales desde las cuales brotan el racismo o el desprecio hacia las mujeres. Pareciera que a partir de esta visión moral se explica el universo sobre el cual se construye la estrecha vida de algunos de sus más maravillosos personajes.
"La música, como toda música protestante, sigue teniendo algo de severa, de implacable, de determinante...las ondas sonoras, con más de inmolación que de pasión, solicitan, implantan la negación del amor, la negación de la vida, prohiben el amor y la vida a los demás, reclaman la muerte, como si la muerte fuera el mayor de los bienes” (6).
Los continuadores de las investigaciones de Max Weber en la América Sajona privilegian el papel que cumplieron las hermandades protestantes en la formación espiritual de la existencia moderna en los Estados Unidos, pero esta interpretación se queda en el complaciente culto a la mentalidad empresarial quien bendijo tanto la acumulación de riqueza como el odio feroz y radical por los placeres de los sentidos.
La sociología ofrece como explicación al desarrollo del capitalismo cierto grado de influencia que la cultura de la acumulación material, el ahorro y el trabajo dejaron en la vieja América; sólo que Faulkner nos propone otra panorámica, en la cual los hombres toman las sentencias del dios bíblico para arrogarse los derechos a las sanciones y las condenas de acuerdo a los niveles de sometimiento a las costumbres impuestas por la comunidad. Es por esto que si deseamos conocer el anverso del progreso y de la genealogía del sueño norteamericano habrá que viajar a ese sur profundo donde el distinto, el otro, el desarraigado fueron infelices por no someterse a los principios de la comunidad.
Las huellas del pasado se heredan, entre ellas el color de la piel o la bastardía, la defensa de un ideal equívoco, o la frase que un pariente haya podido lanzar en tiempos pretéritos.
La Biblia en manos de las doctrinas protestantes hace una lectura de la virtud y del pecado llena de castigos y promesas de salvación a los elegidos, a los austeros, a los castos, a los puros. Sólo aquellos que se alejan de la palabra divina y se atreven a configurar la individualidad y la libertad por fuera del consistorio y del reverendo, del sheriff y de la comunidad que vigila y sanciona, alcanzan a tener la dignidad del héroe ; pero el héroe desdichado, el caín bíblico que se lanza al camino en busca de un reconocimiento que no viene del cielo de los justos sino, por el contrario de los “gangster”, “los negros”, “los sucios” y “los turbios”.
Las huellas del pasado se heredan, entre ellas el color de la piel o la bastardía, la defensa de un ideal equívoco, o la frase que un pariente haya podido lanzar en tiempos pretéritos. Nada queda al azar pues al final todo se recompensa o se castiga, y para eso existe la comunidad, sobria, vigilante, plegada sobre sí misma, posesionada de una frialdad que acecha y espera con prontitud eliminar cualquier acción que no esté en el duro código de los elegidos.

La modernidad, faulkner y america latina
La técnica moderna de la narración novelística construye escenarios donde el atavismo religioso, la intolerancia y el racismo evidencian el derrumbamiento de un sistema tradicional de valores. La historia incendiaria de los que fracasan, el mundo que naufraga de pie, con su orgullo y obcecación fue el que conmovió a los novelistas latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX. Allí están García Márquez, Onetti y Juan Rulfo como pruebas concluyentes de que la literatura hereda lo mejor de los grandes dolores que experimenta una región de la tierra.
Fue a Onetti, a Rulfo y García Márquez a quienes les correspondió apropiarse a fondo del manejo que de la novela moderna tuvo el maestro Norteamericano, leer entre líneas su capacidad para darle vida propia a tantas historias y personajes como suelen aparecer en sus novelas.
Pero no es sólo la estructura y el virtuosismo técnico lo que debió atraer de Faulkner. La Norteamérica que sucede en sus novelas tiene mucho de cercana a la América del Sur, rural, de pequeñas aldeas, que en la primera mitad del siglo XX caracterizó a gran parte de América Latina.
Rafael Humberto Moreno- Durán escribe:
“Tradicionalmente se ha mencionado a Faulkner como la obligada referencia de la escritura de Rulfo: el tratamiento del tiempo y Comala misma remiten a la saga que tuvo como escenario el ya legendario condado Yoknapatawpha..
La desintegración de un mundo y el laconismo de su agonía, la prueba de fuego de una conciencia atormentada, la vaguedad medianamente amarga de la realidad vivida en duermevela por sus protagonistas, el ancho, frío monólogo que se cruza en el camino de las voces perdidas de otros solitarios, dan idea del desolado ambiente de los relatos del autor Mejicano” (7)
Los personajes de Faulkner tienen sus ancestros en los combatientes de la guerra civil Norteamericana. En esa guerra el Norte y el Sur se convierten en entidades adversas, en mundos donde supuestamente se ejercen visiones del universo antagónicas. El sur vuelve a ser indicativo de tradición y religiosidad, de dogmatismo e intolerancia. El pastor de “Luz de agosto” mezcla en sus discursos las visiones apocalípticas del más allá, con las imágenes de las sangrientas batallas de la guerra civil. Similar invento ocurre en un Gabriel García Márquéz asediado por los coroneles de la guerra de los mil días o el abuelo de Borges que surge en los poemas que referencian las batallas de las guerras nacionalistas Argentinas del siglo XIX.
La modernidad afectó por igual a la América hispánica y sajona ; trajo aparejada la crisis de todos aquellos discursos como el religioso y el feudal que por siglos ofrecieron a los hombres de occidente una noción estable y segura de su paso por la tierra. El avance de las fuerzas nacionalistas permitió al continente Americano, tanto en el sur como en el norte dejar que la semilla de la independencia y el afán por levantar identidad creciera a lo largo de miles de kilómetros.
Las revoluciones de las dos Américas se convierten en hitos de esas fuerzas donde amplios sectores de la humanidad reclaman los derechos que durante siglos estuvieron concedidos como privilegios. Pero con la consolidación de las dos Américas surgen en su interior la diversidad de fuerzas que hasta el momento parecían homogéneas.
Desde el arribo de los colonizadores ingleses, españoles y portugueses a las costas del nuevo mundo, se originó un brutal sometimiento de los pueblos indígenas que previamente a los Europeos poblaron estas tierras. Las dos religiones, tanto el cristianismo católico como el protestante trajeron un panorama moral monoteísta y judaico que ofreció y si era necesario impuso una moral que estimuló las nuevas maneras de vivir y producir riqueza. La mano de obra negra desplazó a la indígena introduciendo un hibridaje cultural del cual los Estados Unidos de Amèrica son un maravilloso ejemplar. A su vez entre el sur y el norte de estas tierras se tendió una barrera imaginaria que tuvo en las guerras civiles su dolorosa enfermedad.
De este paisaje cultural emerge la literatura de William Faulkner. Hijo del sur profundo, son sus personajes herederos de los males que el siglo anterior dejó en sus descendientes. La intolerancia religiosa de un puritanismo severo, la defensa del esclavismo como la mejor manera de manterner al negro atado a la producción de la tierra, el sino doloroso de injusticia, insolidaridad, soledad y desesperación que asechan entre los bosques del sur a los seres humanos son entre otros, los imaginarios que atraviesan la obra Faulkneriana.

La técnicas faulknerianas y el cine
La técnica literaria del flujo de lo consciente encuentra en la narración cinematográfica un magnífico soporte. El cine como modelo de contar historias se parece a esa técnica gracias a la cual Faulkner avanza unos pasos en relación con los hallazgos de Joyce. Ese carácter complicado de sus novelas resultan para el narrador la manera más efectiva de mezclar una carga tumultuosa de pasado de la cual emergen esas vidas de “gente de pueblo que sufre con dignidad y orgullo sin pedir ayuda a nadie” (8)
James Joyce, Virginia Woolf o Marcel Proust se dedicaron al revolucionario ejercicio de permitir que todo el caudal de voces, variaciones y acentos lingüísticos, imágenes poéticas y escenarios dispersos con sus densidades cromáticas y textura física terminaran siendo componentes de la obra literaria. El realismo y el naturalismo como instancias escriturales del positivismo científico del siglo XIX fueron clausurados.
El papel del novelista no consistía en la representación de su espacio y su tiempo, se trataba en el menor de los casos de la construcción de un orden simbólico que si bien tomaba aspectos de la realidad, la superaba por completo.
Faulkner, cercano al espíritu cinematográfico de la primera mitad del siglo recurre al montaje cinematográfico para ofrecer la nueva dimensión estética de su literatura. El novelista moderno respira en su arte el salitre de la libertad. No es una voz unificada ,sino muchos los puntos de vista con los que puede contagiar a los lectores de la diversidad de experiencias, gracias a unos recursos que si bien no pueden romper del todo con la temporalidad para alcanzar por completo la simultaneidad, sí pueden valerse de una alteración en las secuencias, como bien lo expresa Daniell Bell.
El cine, es el recurso más acorde con ese estado experimental por el que atraviesa el novelista moderno:
“La influencia de la técnica cinemática -el corte rápido, la escena retrospectiva, el entrelazamiento de temas y la ruptura de la secuencia- ha adquirido tal difusión que ha invadido la novela” (9)
Acostumbrado a vivir de lo que Hollywood pagaba por sus guiones, con una disciplina demoledora debido a la cual escribía 3000 palabras diariamente en su rancho de los Estados Unidos, el autor de “Sártoris” pudo dar a sus textos literarios el ritmo y los múltiples puntos de vista con que el cine moderno hizo su gramática. Faulkner, así como la gran mayoría de autores Americanos dejaron que el lenguaje fílmico permeara completamente sus textos. La manera en que se presentan al lector sus personajes recuerdan la densidad psicológica del primer plano y la panorámica cultural de los planos generales donde se puede rastrear la plenitud de una sociedad acechada por los conflictos dramáticos propios de la sociedad moderna.
“La ausencia de distancia psíquica significa la suspensión del tiempo. Freud sostenía que en el inconsciente no hay sentido del tiempo: se experimentan los sucesos del pasado no como si pertenecieran al presente, sino con la inmediatez, la actualidad del presente. Por esta razón , el inconsciente, con su almacén del pasado y especialmente de los terrores de la infancia, es tan amenazador y debe ser sofocado. El significado de la madurez, para freud, era la capacidad de introducir la distancia necesaria, el sentido del pasado y del presente. Pero la cultura modernista tiende a romper ese sentido del pasado y del presente, para efectuar las distancias necesarias entre lo que es pasado, como pasado, y lo que deriva del presente” (10)
El avance de las fuerzas nacionalistas permitió al continente Americano, tanto en el sur como en el norte dejar que la semilla de la independencia y el afán por levantar identidad creciera a lo largo de miles de kilómetros.
“La literatura del modernismo... fue una literatura que, como dice Lionel Trilling, tomó sobre sí la oscura potencia que ciertos aspectos de la religión ejercieron sobre la mente humana. En su forma privada se preocupó de la salvación espiritual” (11) .
Y este espíritu de salvación mundana permitió a la novela moderna ofrecer a los jóvenes lectores horizontes en los cuales pudieran acondicionar sus cotidianos pavores.
Escribir literatura dejaba de ser un problema solamente formal, se trataba de ahondar en aspectos múltiples de la existencia humana, tanto como seres individuales, como sociales y religiosos. En este rescate del hombre y la mujer modernos la novela se hace filosófica y el mismo Faulkner, desde su sencillez de campesino sureño transforma su geografía narrativa en espacio donde nos preguntamos sobre América, sus gentes, y por la condición humana misma ; preguntas estas que hoy parecieran clausuradas por la auto -referencialidad y el pastiche, como recursos de la literaratura llamada Postmoderna.

Las pequeñas localidades
En Faulkner la modernidad literaria se construye no en las grandes ciudades donde se despliegan los personajes de Fitzgerald y de Dos Passos. Se trata por el contrario de pequeños villorios en los que la sola aparición de un rostro nuevo puede desatar los comentarios y las sospechas.
¿Pero no será la realidad original de América, la de esos pueblos, cuya existencia gira alrededor del aserradero, la tienda de víveres y la actividad religiosa durante el fin de semana ?. Allí las grandes carreteras se reducen a unas cuantas calles, mientras los hombres y las mujeres modulan el anverso y el reverso del “desarrollo”. Como si para que existiera el desorden completo de los sentidos, el relajamiento de las costumbres, la capacidad de experimentar y vivir sin mayores culpas, se necesitara de Memphis, y de Portland y de Jefferson ; aldeas donde la voz del comisario y del reverendo pueden hacerse sentir sobre la asombrosa contención de sus habitantes.
Faulkner nos cuenta la historia de una provincia indómita y rebelde al cambio. Dispuesta a que prevalezcan los signos y las instituciones de un mundo heredado del siglo XVIII y del siglo XIX en el cual la voluntad humana era la extensión de una voluntad colectiva que hablaba del trabajo, y de la castidad y del honor con el mismo convencimiento que las gentes posteriores a los años sesenta suelen mencionar los imperativos del éxito, del placer y del individualismo.
Podemos preguntarnos si son esas aldeas, con su repertorio de intrigas largamente fermentadas, de intolerancia pronta a estallar ante el extraño, de fanatismo y de lujuria reprimida, la dosis contraria que debió existir para que las opulentas ciudades de américa pudieran desplegar su culto a la libertad y al anonimato. O serán ambas los escenarios que compongan el espacio predilecto del conflicto humano, pues la ciudad necesita de la aldea para recrear la nostalgia por un tipo predilecto de pesadilla.
Lena Grove y Joe Christmas han viajado por ese Mississipi olvidado, de ciudad en ciudad, huyendo o en la busqueda de su propio nombre y de su pasado. Son ellos los que como pequeñas rocas del camino brotan de la aldea profunda para caer en otra más llena de trampas.
“He venido desde Alabama: un buen trecho de camino. A pie desde Alabama hasta aquí. Un buen trecho de camino” (12) .
Esa certeza del ponerse en camino reemplaza en “Luz de Agosto” al olvido de lo metafísico que caracteriza a la existencia moderna. Desde Alabama hasta el Missisippi la antigua Norteamérica se extiende en verano alejada por completo de las nociones de progreso o de cambio. La vida puede reducirse en el caso de Lena al encuentro de un padre para su futuro vástago. La prueba plausible de que la entrega de una mujer fue hecha bajo las promesas del amor.
El sucio y empolvado héroe de Faulkner se apropia de su destino, inicia el camino hacia una individualidad que desafía las austeras pero seguras costumbres de la existencia protestante. “Nunca, desde que tenía doce años, me había encontrado tan lejos del aserradero” (13) .

La purga del pecado
El orden moderno se inicia con un desprendimiento de todos aquellos lazos culturales que amarraban al individuo a un espacio fijo. Los que vivían de la tierra buscaban en el modelo de existencia urbano un frágil madero sobre el cual navegar en los nuevos tiempos, un tanteo tenue, pero que alberga el proceso migratorio de los últimos siglos.
"Se ponía sus botas justo en el momento de llegar a la ciudad. Cuando ya era algo mayor, le pedía a su padre que detuviera la carreta en las cercanías de la ciudad para que ella pudiese descender y continuar a pie. No le decía a su padre por qué quería caminar en lugar de ir en el carruaje...Lena lo hacía con la idea de que, al verla ir a pie, las personas que se cruzaban con ella pudiesen creer que vivía también en la ciudad” (14)
El ponerse sobre el camino evidencia la necesidad de partir para saber así quién se es. Sólo que la decisión de la partida trae aparejada una forma de marginación del orden social convencional. Lena no es expulsada a pesar de que su embarazo pone en vergüenza a su familia, pero sí recae sobre ella el peso de una sanción invisible y certera, una moral pública que opera desde las miradas y los gestos viciados de reprobación. Así que al partir en pos del padre de su hijo no está sólo reclamando la urgencia de que la palabra empeñada por el otro se cumpla, está también reclamándose dueña y señora de sus actos.
Como lo escribiría Daniell Bell:
“A la clásica pregunta sobre la identidad: ¿quién es usted?, un hombre tradicional respondería: “soy el hijo de mi padre”. Hoy una persona dice: “yo soy yo, provengo de mi mismo y en la elección y la acción me hago a mi mismo” (15)
El padrastro de Christmas desde el momento que lo separa del hogar para niños huérfanos y lo introduce en una rústica existencia campesina, lo hace estimulado por los ideales de salvación. Alejado de la ciudad, entregado por completo a las faenas del campo el niño crece en un entorno que desprecia el sexo, el licor, la vida mundana, el gasto ostentoso. Si el abuelo materno le quiso sacar del mundo debido a que arrastra la marca oscura del demonio pero será su padrastro quien intente introducirlo a la comunidad a través del ejemplo, la oración, la continencia de los instintos. Podemos recordar a Nietzsche escribiendo acerca de cómo la moral de los sacerdotes tiene en el control completo sobre los sentidos y en la expiación diaria del pecado certeros instrumentos gracias a los cuales la culpabilidad se arraiga en la conciencia humana.
Los dogmas puritanos más radicales jamás aceptaron que la creencia en el Dios de la salvación y de la condena fueran exclusivamente personales. La palabra de dios se ha leído, divulgado, vuelto oración y diálogo porque existe la certeza de que ella es el verdadero camino.
Como bien lo señala Daniel Bell:
“La fuerza de la religión no deriva de ninguna cualidad utilitaria( de autointerés o necesidad individual); la religión no es un contrato social ni es sólo un sistema generalizado de significados cosmológicos. El poder de la religión deriva del hecho de que, antes de las ideologías u otros modos de creencia popular, fue el medio de concentrar en un imponente receptáculo el sentido de lo sagrado, aquello que es distinguido como la conciencia colectiva de un pueblo. (16)
Por esto el reverendo Gail Hightower combina en sus discursos de domingo el profano ritmo de las batallas de caballería herencia de sus antepasados, con el sentido último, la trascendencia divina que existe tras cualquier esfuerzo humano.
“...el joven pastor seguía aún muy agitado, que todavía hablaba de la guerra civil y de su abuelo, un oficial de caballería que murió en la guerra”.
“Ni siquiera en el púlpito conseguía hacer una distinción entre la religión, la carga de caballería y su difunto abuelo muerto en su caballo al galope” (17) .
Desde Alabama hasta el Missisippi la antigua Norteamérica se extiende en verano alejada por completo de las nociones de progreso o de cambio. La vida puede reducirse en el caso de Lena al encuentro de un padre para su futuro vástago.
Desde la mezcla de un mensaje salvífico con el atronador fragor de la guerra civil, este personaje entra a desordenar el firme sistema de costumbres del consistorio y de la ciudad entera. El también trae la anormalidad, y su esposa que le traiciona introduce un caos interno que estalla en el furor de la convicción religiosa y de la evocación revolucionaria de su abuelo.
Con la aparición en la aldea de los personajes, el riguroso orden de costumbres muestra la fragilidad de sus seguridades. Tanto lena, como una Miss Burden voraz en el sexo y enemiga de la esclavitud, al igual que el reverendo Hiwgtower están en la mira del pueblo. Son trascendentes por haberse enamorado de alguien de color, por quedar en embarazo sin un matrimonio conveniente, por llevar sangre negra.
Aquellos que han saltado los valores y costumbres se vuelven visibles en un sistema que busca mantener el peso de las antiguas diferencias. Estas se alimentan en los ordenes culturales y religiosos. El desprecio irracional hacia la raza negra pareciera más un pavor mítico que recorre las calles polvorientas de la ciudad y que llega a las cabañas miserables de los que fueran alguna vez esclavos. Se necesita solamente traspasar la frontera de lo permitido para que las antiguas sanciones y prohibiciones renazcan. A dar este paso se ve compelido el mismo Cristmas. El olor embriagante del licor y del tabaco; la presencia cercana de la prostituta, la posibilidad del dinero operan como vehículos que le arrastran por el tortuoso territorio de la desobediencia, conduciéndole a reconocer en su interior otro ser, incon-forme, no- sometido. Y para estos seres existe un castigo de resonancias bíblicas; la comunidad surge con todo su voraz y dramático peso.
NOTAS
(1) BELL Daniel; "las contradicciones culturales del capitalismo";Alianza Editorial; Madrid; 1977. p. 93-94.
(2) THORP Willard; La Literatura norteamericana en el siglo XX; Edit Tecnos, Colección ventana abierta, Madrid 1962. p. 310- 311.
(3) FAULKNER William; “Luz de agosto”; Seix Barral; Barcelona p. 7.
(4) NIETZSCHE Friedrich; “La genealogía de la moral”; Alianza Editorial; Madrid; 1972. p. 163-164.
(5) FAULKNER William; “Luz de agosto”; Seix Barral; Barcelona p. 149.
(6) FAULKNER William; Op. Cit. p. 10.
(7) MORENO Durán Rafael Humberto ; “De la barbarie a la imaginación” ;Editorial Ariel ; Santafé de Bogotá; 1995. p. 420.
(8) THORP Willard; La Literatura norteamericana en el siglo XX; Edit Tecnos, Colección ventana abierta, Madrid 1962, p. 36.
(9) Op. cit. Bell. p. 119-120.
(10) Op. cit. Bell. p. 118.
(11) Op. cit. Bell. p. 119.
(12) FAULKNER William; “Luz de agosto”; Seix Barral; Barcelona 1983, p. 10.
(13) Op. cit. FAULKNER William, p. 15 .
(14) Op. cit. FAULKNER William, p. 5.
(15) Op. cit. BELL Daniel, p. 115.
(16) Op. cit. BELL Daniel, p. 120.
(17) Op. cit. FAULKNER William, p. 100.








Ultima Modificación, Julio de 2001

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