Niebla y el existencialismo de Miguel de Unamuno
por Olga Miranda
No basta pensar, hay que sentir nuestro destino
Miguel de Unamuno (1912)
La vida y la obra de Miguel de Unamuno (1864-1936) se enmarcan en una de las épocas más convulsas de la historia de Europa y de España en particular. Después del derrumbe del imperio colonial ibérico, con la independencia de las últimas colonias sura americanas en 1898 la nación entra en un período de declive material y moral hasta el fin de la Guerra Civil. Por una parte, estos fueron años de huelgas obreras, golpes de estado, intervención de los militares en la vida civil y protestas estudiantiles. Por otro lado, fue un período fructífero para el arte y la literatura. Surge el concepto de “intelectual” y los miembros de este grupo social se unen para diseñar, entre todos, una España mejor y tratan de encauzar a la sociedad de acuerdo al ideal que iban elaborando. Otro aspecto positivo fue que surgieron numerosas publicaciones culturales y órganos de prensa que contribuyeron a divulgar las nuevas ideas sobre la sociedad, la filosofía, el arte y la literatura. Sin embargo, a medida que avanza el siglo merman las esperanzas de cambio y la fe en el progreso y en la ciencia. La civilización occidental se percibe como decadente e incapaz de aportar un modelo social justo y humanista. La Primera Guerra Mundial, la inestabilidad política de España y la llegada al poder del dictador Primo de Rivera en 1923 provoca que muchos intelectuales tengan que abandonar el país huyendo de la represión y se consuman en el desaliento. La filosofías racionalistas y cientificistas dominantes en el siglo XIX ya no daban respuestas a los nuevos descubrimientos científicos y no podían explicar la complejidad de la mente humana ni la subjetividad del conocimiento. Las teorías psicoanalíticas de Freud y Jung cuestionaban la idea de la razón como base objetiva del conocimiento pues los fenómenos del inconsciente hacen volver la mirada al abismo insondable de la voluble alma humana dependiente de los instintos y el deseo. Además, las filosofías existencialistas, -dígase las ideas de S. Kierkegaard, A. Schopenhauer y F. Nietzsche-, aportaban una cosmovisión diferente y ponían en boga nuevos temas y conceptos para explicar la vida humana y su destino. Tal es el caso de la angustia del hombre moderno acosado por el drama existencial que provoca el miedo a la muerte y a la soledad, la desesperación ante la conciencia del paso del tiempo y la incertidumbre ante la imposibilidad de conocer la verdad objetiva, la conciencia moral y su conflicto con los sentimientos humanos y las pasiones que son los que dominan al hombre, y no la razón. La voluntad de tener un Dios y la fe religiosa como una necesidad humana de creer en la trascendencia y en la inmortalidad para dar sentido a su vida es otro tema que también cobran vigencia.
Los escritores españoles de la llamada Generación del 98 reflejan todo este ambiente ideológico y espiritual y muchos de ellos son presa del desaliento y del nihilismo que marcan el ambiente intelectual durante la primera mitad del siglo XX. El bilbaense Miguel de Unamuno fue uno de los escritores más representativos de esta tendencia existencialista en la literatura.
En uno de sus más emblemáticos y reflexivos ensayos, Del sentido trágico de la vida (1912), Miguel de Unamuno escribió: “Y el más trágico problema de la filosofía es el de conciliar las necesidades intelectuales con las necesidades afectivas y con las volitivas”(1912). El tema central de la filosofía unamuniana, que se refleja claramente en su literatura, es la agonía de de la vida humana debido a la contradicción entre existencia y conocimiento, entre voluntad y razón, entre lo sensorial y lo racional. Es decir, el ser humano, como ser racional, es consciente de la muerte y trata de dar un sentido a su vida, pero como ser sensorial sufre, experimenta el miedo, el dolor y a la soledad. Esto lo lleva a buscar alivio en la fe en la inmortalidad y a tratar de dar una finalidad a su vida. En esto consiste, para Unamuno, el sentido trágico de la vida humana, que se expresa además en el eterno dilema teológico del valor de la fe y la razón; y también en la actitud metafísica ante la supremacía de lo espiritual o de lo racional.
Su novela Niebla (1914), —la cual, por cierto, ha sido considerada como una de las 100 mejores obras literarias hispánicas, producidas en el siglo XX—, es un buen ejemplo de este sentimiento trágico de la vida, concepto que, como ya hemos dicho, domina la filosofía existencialista del pensador peninsular. Ello está presente en el tono angustioso que caracteriza toda la literatura de Unamuno en tanto a sus temas y a la psicología de los personajes. Augusto Pérez, el personaje principal de Niebla, es un hombre inseguro que vive atormentado por dilemas existenciales cotidianos y también metafísico, esto lo manifiesta en sus constantes cuestionamientos hacia todo lo que le rodea, pero más que nada hacia su propia existencia como individuo. Él no sabe siquiera sí en realidad existe. La estructura narrativa de esta obra es lineal y el tiempo es cronológico, aunque hacia el final ocurre una especie de ruptura cuando Augusto se entrevista con el autor, momento en el que se rompen los límites entre ficción y realidad. Lo cual es un rasgo del estilo narrativo de Unamuno y que algunos consideran característico de la novela postmoderna. En este sentido, queda claro que el escritor trata de quebrar los viejos patrones de creación estética impuestos por los géneros realista y naturalista prevalecientes en la literatura europea de la segunda mitad del siglo XIX. Por ejemplo, uno de los personajes de la historia, Victor Goti, quién encarna al autor y es amigo de Augusto Pérez, afirma que en uno de sus diálogos que va a escribir una novela diferente a todas las escritas antes, y por eso le va a llamar "nivola", este recurso narrativo usado por Unamuno, conocido como "metaficción", deja clara su intención de subvertir viejos patrones estéticos. Además, hacia el final de la historia parece que el autor se convierte en un personaje de su propio relato y el personaje ficticio se convierte en "real". Esto es un rejuego estilístico de la trama que invita a pensar en el poder del arte y de la literatura para crear universos “reales” y también en el hecho de que la vida misma es como una novela en la que los personajes somos nosotros mismos y por ello estamos sujetos a los avatares creados por el guionista de nuestra historia, que nunca sabremos bien quién es.
El escenario de la historia de Niebla es un pueblo o una ciudad pequeña. El lenguaje narrativo está basado en el diálogo y en los soliloquios de Augusto Pérez, su protagonista. Este es un hombre joven, pero se comporta como si fuera ya mayor. Es rico, vive solo con dos criados y extraña a la madre que murió recientemente. Él está lleno de dudas, su vida es angustiosa y su actitud es la mayoría de las veces pesimista. En general, su sicología es compleja ya que se mueve dentro de la introspección y con tendencia a la depresión, a la contemplación y a tener sentimientos de soledad. Augusto es también un poco quijotesco, pues tiene un estilo retórico y grandilocuente de hablar y vive un poco en el pasado atado a una relación muy dependiente que tuvo con la madre. Su personalidad presenta un perfil bastante coherente si se tiene en cuenta que es un burgués que no trabaja ni hace nada, tiene una vida vacía y sin sentido, por lo tanto tiene tiempo para la especulación y el constante cuestionamiento metafísico. El amor es lo único que parece sacarlo de su vacío y darle sentido a su vida. La voluntad de amar y de realizar el deseo de entregar sus sentimientos a una mujer parecen salvarlo de la soledad, pero la compleja madeja de las circunstancias enturbia sus propósitos. Su voluntad, sus deseos y su verdad no son suficientes, necesita de la voluntad y de la verdad de los otros.
Niebla es, en cierto sentido, una alegoría sobre al drama de la vida individual humana y del azar como “el íntimo ritmo del mundo”, muestra a un ser humano que vive en la incertidumbre y el agobio. Cada capítulo es casi una reflexión sobre algún tema filosófico: el amor, la ambigüedad y el absurdo de la vida, la conciencia de la muerte, la voluntad y el dolor espiritual, la función del arte, el conocimiento racional como saber borroso (una niebla), la soledad, el paso del tiempo, los hijos y los padres, el humor y la tragedia, etc. El humor está presente todo el tiempo a través del uso de la ironía y de la sátira y se presenta como una manera en que la vida es soportable, pues el individuo se ríe de si mismo y sobrelleva sus penas.
Niebla nos dice que la vida no es más que eso, una niebla borrosa que nos envuelve a cada momento, de la que no podemos escapar y tampoco nos deja ver bien el camino hacia donde vamos. Esa extraña nebulosa de lo impredecible y lo desconocido que envuelve nuestra cotidianidad hace nuestra existencia insoportable ya que nos lleva a dudar de todo, hasta de quiénes somos y quiénes son los otros. La razón nos engaña y nos conduce a dicotomías sin sentido en el mejor de los casos, pues nos hace pensar que somos juguetes del destino trazado por un Dios, o bien somos materia pensante evolucionada y estamos, por ello, determinados por coordenadas biológico-naturales. Los sentimientos nos hacen cometer errores al hacer caso a los instintos irracionales. La tentación al suicidio nos persigue como solución al dolor que provocan la traición, la mentira, la inseguridad, la conciencia del final. Sólo la voluntad nos hace seres superiores, pero el no poder lograr nuestros propósitos nos hace sufrir. Entonces, solamente mirando profundamente hacia adentro de nosotros mismos podemos encontrar la verdad de nuestro ser y el sentido de nuestra vida, parece decirnos Unamuno. Pero él pensador advierte que eso casi siempre nos asusta, es una carga demasiado pesada, por ello creamos nuestro Dios personal, ese salvavidas existencial que nos libera de las dudas, las angustias y nos ayuda a sobrellevar la vida. Ese ser todopoderoso decidirá por nosotros, pues él todo lo sabe, o lo sabe mejor, él es el dueño de nuestro destino. En consecuencia, podemos vivir en paz y ser perdonados hasta de las más mezquinas miserias y salvados de la muerte eterna, lo cual nos conforta espiritualmente y nos da la luz que nos guía dentro de esa "niebla" persistente que trata de devorarnos.
Obras
Miguel de Unamuno. 1912, Del sentido trágico de la vida.
Miguel de Unamuno. 1914, Niebla.