Poema a Borges.
Yo podría haber amado a este hombre sin ojos,
sin el don de la vista,
impedido de la lectura
y del placer de percibir
el amarillo único de un atardecer en Buenos Aires,
pero con la virtud de ver
aquello que la mayoría de los mortales videntes
no alcanzamos ni a sospechar.
Yo podía haber sido su lazarillo, su perro manso, su bastón,
su cicerone noche y día,
con tal que él, de vez en cuando,
me susurrara al oído sus visiones,
me susurrara al oído sus visiones,
sus crepúsculos interiores,
o me describiera el amarillo y el negro de sus sueños.
Habría sido feliz con ser
la del cabello rubioque todavía ansiaron sus manos.
Olga L. Miranda